El año pasado la Administración para Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) aprobó el uso de unas novedosas pastillas digitales, cuya función consiste en indicarle al médico si el paciente ha ingerido su medicación y que las ubica como una de las innovaciones que revolucionarán el campo de la salud y el seguimiento de los tratamientos. Sin embargo, en la misma forma en que presenta ventajas, también se considera que traerá algunas consecuencias negativas.
En primera instancia, la pastilla comestible contiene incrustado un sensor que registra las ingestas del usuario y envía mensajes de los fluidos estomacales a los médicos encargados, quienes podrán disponer de toda la información a través de sus teléfonos celulares, lo cual se trata de una innovación que especialmente está indicada para pacientes con esquizofrenia, tratamientos de episodios maníacos agudos y con trastornos bipolares o de depresión, aunque no se descarta que posteriormente también pueda ser empleada para otras enfermedades.
En ese sentido, muchos médicos del mundo afirman que a pesar de que fue aprobada la pastilla, todavía tendrán que transcurrir demasiados años para que realmente se encuentre al alcance de cualquier médico en el mundo, pues no todos cuentan con la tecnología necesaria para monitorear en sus teléfonos celulares.
De igual forma, Ameet Sarpatwari, profesor en la Escuela Médica de la Universidad de Harvard (UH), asegura que esta tecnología puede causar más desconfianza que confianza entre los pacientes debido a que la información no sólo llega a sus médicos, sino también a sus familiares más cercanos, por lo que se trata de un dispositivo que atenta contra la privacidad.
Otra desventaja que ven algunos especialistas, es que con esta pastilla ahora los pacientes se sentirán más presionados para tomar sus medicamentos, lo cual podría generar un efecto adverso y hacer que, de manera deliberada, abandonen sus tratamientos. Es por lo anterior que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que no seguir regularmente la adherencia al tratamiento tiene un costo para Estados Unidos de 100 mil millones de dólares anuales.