A nivel internacional, México se distingue por contar con uno de los mejores esquemas de vacunación infantil, cuya cobertura es superior al 90 por ciento, mientras que en personas de 20 a 59 años de edad ésta se reduce a 60 por ciento, pues apenas 4 de cada 10 mexicanos se vacunan, según lo revelado este fin de semana por Luis Miguel Gutiérrez Robledo, director general del Instituto Nacional de Geriatría (Inger).
Pese a la buena cobertura que se tiene a nivel nacional (a diferencia de países pioneros en el desarrollo de la inmunización, como Francia), cada vez hay más pediatras que reportan la renuencia de los padres de familia para vacunar a sus hijos, situación que, tristemente, no es de extrañar, pues incluso en países de primer mundo como Estados Unidos el problema se presenta con mayor frecuencia.
En una encuesta de 2006 realizada a miembros de la Academia Americana de Pediatría (AAP) se observó que tres cuartas partes de los profesionales de la salud se habían encontrado con padres que se negaron a vacunar a sus hijos, proporción que subió a casi 90 por ciento en 2013.
La doctora Kathryn Edwards, autora principal de unas declaraciones de la AAP sobre este asunto, las cuales fueron rescatas por Pediatrics, señaló que la actitud de los padres hacia las vacunas están cambiando con el paso del tiempo.
La asociación destacó que “las preocupaciones de los padres deben ser abordadas”, y que éstas “variarán entre los padres”.
Alrededor del 75 por ciento de los médicos informaron que los padres retrasan las vacunas debido a la preocupación por el malestar que generan, mientras una proporción similar lo hace por miedo a la carga que representa para el sistema inmunológico.
Por ejemplo, algunos papás han manifestado preocupación porque la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) sea peligrosa y aumente la actividad sexual, señala el comunicado, de modo que habría que “tranquilizar a los padres” y explicarles que es segura y no existen pruebas de que esto ocurra.
Cerca del 94 por ciento de los pediatras encuestados en 2013 dijeron que habían tratado de educar a los padres que se niegan a vacunar a sus hijos, de los cuales, la tercera parte logró cambiar esta postura. De esta forma, la proporción de pediatras que modificaron la práctica de los padres que se niegan a vacunar aumentó de 6 por ciento en 2006 a 12 por ciento en 2013.
No obstante, cabe destacar, con base en una gráfica proricionada por Statista, que es considerable el porcentaje de personas que cree que aquellos padres que no vacunan a sus hijos actúan inteligentemente, el cual es de 19 por ciento, frente al 67 por ciento que lo ve como una decisión ingenua.
En Estados Unidos, la mayoría de las entidades permiten que los niños estén exentos de vacunas requeridas por la escuela, pero en opinión de Edwards, las exenciones no médicas resultan inapropiadas para la salud individual, pública, y por razones éticas, pues las inmunizaciones a la mayoría de los niños también protegen a los que por alguna razón no están protegidos por los medicamentos.
En cambio, quienes no están vacunados representan peligro no sólo para ellos mismos, también para quienes sí lo están, puyes las vacunas no son 100 por ciento eficaces, explicó la especialista.
Ante tal panorama, solo resta esperar que esta postura cada vez más popularizada en EE. UU. no sea bien acogida en México por el bienestar de la población en general y, claro, para seguir enarbolando el actual esquema de vacunación.
En tanto, parece que los pediatras, sin importar la latitud en que se encuentren, tendrán que armarse de paciencia para educar a los padres de familia y cambiar opiniones adversas a la vacunación.
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