El liderazgo no es una habilidad que todo el mundo pueda ejercer. Sin embargo, hay infinidad de casos donde profesionales médicos están en posiciones de poder. Incluso, cuando no cuentan con las herramientas para triunfar en este rol. ¿Sabes si tu jefe pertenece a este grupo? Hace unos días exponíamos algunas señales importantes, pero todavía hay más que recalcar:
1Tu jefe no sabe escuchar
Las personas tienen preocupaciones, ideas y comentarios. Un líder no solo debe estar abierto a escucharlas. También necesita la capacidad para analizarlas y encontrar las áreas de oportunidad que se exponen. Cuando esto no sucede, no solo se pierden iniciativas valiosas que podrían mejorar la atención a los pacientes. Además, el equipo empieza a sentirse ignorado y despreciado.
2No practican lo que predican
“Haz lo que digo, no lo que hago” es la frase favorita de muchos pésimos jefes. Piden puntualidad a sus colaboradores, pero casi siempre llegan tarde. Exigen una presentación y trato impecable a los pacientes, pero su actitud no siempre es la ideal. Un jefe así no ayuda a que su equipo lo respete, valore o confíe en él. Genera, además, aversión a los comportamientos que solicita.
3Muy pocas veces es confiable
Un equipo médico necesita de un líder responsable. Alguien que sepa cumplir su palabra y en el que se puedan apoyar en caso de una emergencia. ¿Qué pasa si tu jefe no tiene disciplina, estructura o inteligencia emocional? Simplemente, los colaboradores médicos sienten que están solos en la organización. Eso los lleva a sentirse desmotivados ante su trabajo.
4Casi siempre es negativo
No hay nada peor que un jefe incapaz de hacer otra cosa más que ver el lado malo de las cosas. Carecen de entusiasmo y muy pocas veces ven cuando se hace un buen trabajo. Por lo general, están demasiado concentrados en los problemas para ver el lado positivo. No solo pierden oportunidades de mejora. Además, desmoralizan a su equipo constantemente.
5Jamás es agradecido
Para un líder médico, el salario emocional es un elemento crucial. Éste se construye, en parte, con reconocimientos constantes en donde se merezca uno. Pero un mal jefe es incapaz de admitir cuando alguien más ha hecho un buen trabajo. Mucho menos está dispuesto a hacerlo saber, ni siquiera con unas palabras o un email. Tienden a dar por sentado el trabajo de sus colaboradores.