En la alimentación de los niños pequeños, los alimentos integrales deben formar parte de su día a día. Estos proceden de los cereales como avena, centeno, trigo, arroz o maíz, que son las semillas maduras de una serie de plantas.
Beneficios de los alimentos integrales
Los alimentos integrales tienen una serie de claras diferencias con los no integrales, entre las que destacan: tener más fibra y aportar más nutrientes, como vitaminas del grupo B, zinc, hierro y magnesio, entre otros. Estos, además, tienen claros beneficios en su digestión y metabolización, entre los que destacan:
- Favorece una mejor mibrobiota (flora bacteriana intestinal).
- La digestión y absorción de los hidratos de carbono (azúcares) es más lenta.
- Mayor efecto saciante.
Se han observado efectos beneficiosos de los alimentos integrales en niños, midiendo lo que se llama biomarcadores. Estos son parámetros que podemos medir y que sabemos que se relacionan con enfermedades a medio y largo plazo, como perfil de lípidos, respuesta a la insulina, Índice de Masa Corporal y tensión arterial.
¿Presentan inconvenientes estos alimentos?
Los productos integrales, sobre todo por la cáscara, pueden contener elementos potencialmente dañinos como arsénico, micotoxinas y metales. Así que se han planteado ciertas dudas sobre todo cuando se trata de darlos a niños pequeños.
Salvo con el arsénico, las cantidades que pueden llegar al consumidor final son ínfimas y no suponen un problema de salud. Un posible inconveniente puede ser el “exceso de fibra”, sobre todo en niños pequeños, que puede producir más aires, flatulencias y molestias. Aunque con un consumo normal, es difícil llegar a cantidades que supongan un problema. En cualquier caso, es cosa de empezar por cantidades pequeñas e ir probando cómo lo toleran.
¿Cuándo pueden empezar los niños a comer alimentos integrales?
La respuesta es que pronto. Es muy importante la alimentación en los dos primeros años de vida, por lo que es recomendable empezar pronto con la introducción de alimentos integrales. En estos dos primeros años, los niños tienen mayor capacidad de aceptar los sabores y texturas y también porque, en esa etapa, se van estableciendo los buenos hábitos de alimentación.
En el inicio de la alimentación complementaria, y hasta el año o así, en dónde la leche sigue siendo el alimento fundamenta, es poco relevante si los alimentos ofrecidos son integrales o no. Eso sí, no deben ser azucarados.
Según la AAP y la Asociación Americana del Corazón, recomiendan que, al menos, un 50% de los alimentos basados en granos sean integrales. Otras, como del Departamento de Salud Australiano recomiendan cantidades tan precisas como 16 raciones a la semana de alimentos integrales entre los 12 y los 24 meses; 19 raciones de los 24 a los 36 meses. Otras asociaciones aconsejan alimentos integrales en general, sin precisar cantidades ni frecuencias.