Es muy común que quienes nos dedicamos a ver pacientes y curar enfermedades escuchemos cosas como: “tenía que ser doctor”, “tenía que ser familiar del médico” o algo por el estilo. Esta frase generalmente se dice en el contexto de un problema que surge durante la atención de un médico a otro o de un doctor a algún miembro de su familia. Estos problemas pueden ir desde retraso en los tiempos para dar resultado de una prueba de laboratorio, hasta cuestiones muy serias que ponen en peligro la vida.
Este tema se abordó y publicó por primera vez en 1964 por el Dr. Weintraub en una publicación titulada “The VIP syndrome”. Esto hace referencia al síndrome de las personas VIP (“Very Important Person” por sus siglas en inglés) o personas muy importantes. Originalmente el texto surgió posterior al atentado ocurrido al papa Juan Pablo II en donde se demostraron demasiadas fallas en la atención médica que generalmente no ocurrían con otras personas. Una vez que el papa Juan Pablo II fue dado de alta con su salud restaurada, el centro de trauma que lo atendió hizo un análisis y concluyeron que habían dejado de lado los protocolos de atención médica por tratarse del papa.
Actualmente el problema sigue estando presente y es mucho más frecuente de lo que como comunidad médica queremos reconocer. Sin duda todos los que practicamos medicina lo hemos experimentado ya sea con un familiar, conocido, amigo o recomendado, sobre todo con estos últimos. Casos clínicos que son una serie continua de eventos desafortunados y pareciera más efecto de “tener mala suerte” que de nuestra labor como profesionales de la salud, cuando la explicación es perfectamente lógica y explicable.
En general son dos las circunstancias en las que ocurre el síndrome del paciente VIP: cuando hacemos de más por un paciente, o cuando hacemos de menos e incluso dejamos de hacer. El primero es el menos común y frecuente, sucede cuando por querer dar “mejor” atención médica a la persona que consideramos VIP, tomamos más acciones en la práctica médica. Esto puede ser por ejemplo, hacer más estudios de laboratorio, dar tratamientos extras, más caros o más “resolutivos”, entre otros.
Al hacer la medida diagnóstico y/o terapéutica cuando no está indicada exponemos al paciente VIP a más complicaciones, a tratamientos innecesarios o a hacer hallazgos de estudios de laboratorio o imagen que pudieran nunca necesitar una acción y que ahora nos vemos con la necesidad de resolver. Incluso el paciente al ser VIP suele ponerse en la posición de demandar más atención, cuidados más estrechos o cualquier tipo de cuidado médico que pareciera ser mayor, forzando al médico a salirse de su práctica habitual, dejando a un lado los procesos y procedimientos que se hacen habitualmente.
La otra presentación del síndrome del paciente VIP es cuando hacemos de menos o dejamos de hacer. Ésta es la más común, la que se describió desde 1964 y que se volvió a revisar a principios de los años noventa por el Dr. Jay Block de la Universidad de Florida, quien sabiamente explica que el mayor problema del síndrome del paciente VIP es tratar de evitar dolor, sufrimiento o incomodidad por ciertas medidas o procedimientos para que el paciente VIP esté más cómodo.
Dejar de hacer lo que los protocolos dictan o lo que la rutina ha creado durante mucho tiempo, obviamente conlleva un riesgo en la atención médica. Si un proceso se ha repetido infinidad de veces con buenos resultados, salirse de ese camino solo implica obtener resultados diferentes que suelen ser negativos. Por ejemplo, evitar realizar una biopsia por no incomodar al paciente puede retrasar un diagnóstico, o diferir una cirugía e incluso hacer una cirugía diferente a la que se requiere impactará negativamente al paciente.
En México, el hacer de menos o dejar de hacer también es común por un tema económico. Al tener un sistema de salud público con carencias y tomando en cuenta el gran porcentaje de gasto de bolsillo que hace el mexicano en salud (90% según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE), muchas veces limitamos la práctica médica basada en evidencia para disminuir el gasto del paciente VIP. No obstante, muchas veces el dejar de solicitar estudios que son necesarios o hacer procedimientos más baratos tiene un efecto directo en el resultado de la atención médica y en la salud del paciente. Como dice el refrán mexicano, sale más caro el caldo que las albóndigas.
El síndrome del paciente VIP no ha tenido un estudio epidemiológico adecuado. La mayoría de los errores médicos asociados a este síndrome se reportan como iatrogenias o negligencia médica cuando en realidad hay un trasfondo diferente del problema. En el caso del síndrome del paciente VIP el médico tratante está intentando hacer su mayor esfuerzo y su intención es la mejor, sencillamente se aleja de los procesos claros y definidos, de los estándares de cuidado y del camino bien conocido por intentar complacer al paciente VIP.
Lo único que queda como médicos es hacer una reflexión consciente de nuestro actuar y tratar a todos los pacientes de forma equitativa. Esto debe pasar al seguir los mismos procesos basados en evidencia sin importar la relación que se tiene con el paciente o si el paciente exige un trato distinto. Ésta es la única manera de realmente hacer la mejor práctica médica para obtener resultados clínicos positivos mientras tratamos a todos nuestros pacientes (no solo a unos cuantos) como VIP.
Fuentes:
- Weintraub W. ''The VIP syndrome": a clinical study in hospital psychiatry. J Nerv Ment Dis 1964; 138:181-93.
- A. Jay Block, M.D., Beware of the VIP Syndrome. CHEST, Volume 104 I Number 4 I October,
1993.