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    InicioColumnistas 2Dr. Alejandro VillatoroSíndrome del Paciente Recomendado

    Síndrome del Paciente Recomendado

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    Dentro del ámbito hospitalario es común referir que, “los pacientes recomendados por colegas o familiares, se complican y no les va bien”.

    Generalmente existen 2 subgrupos de pacientes que suelen provocar un aumento en el nivel de ansiedad del equipo de salud responsable, así como del riesgo en la aparición de sucesos no deseables. Estos son:

    • Pacientes con reconocimiento social o que sin ser conocidos cuentan con un reconocimiento moral o por parentesco.
    • Pacientes que pertenecen al sector salud o que cuentan con familiares dentro de dicho ámbito.

    Los pacientes antes mencionados suelen presentar complicaciones incomprensibles, así como la aparición de sucesos imprevistos que no pueden ser atribuidos al azar, pues la evolución de los mismos suele ser muy diferente de aquella a la que estamos acostumbrados, situación que puede conllevar, desafortunadamente, consecuencias negativas a pesar de las muchas y muy buenas intenciones que, involuntariamente, se acompañan de una actuación poco acertada.

    De tal modo, un error médico puede producirse en cualquier de las etapas del razonamiento clínico: a) en la sistemática del proceso asistencial, b) en el proceso de percepción, c) en el razonamiento clínico (diagnóstico terapéutico, prevención, actuación administrativa y presentación clínica atípica o silente) o; d) al azar (mala suerte).

    Así, existen varias posibilidad por las que se puede desarrollar el Síndrome del Paciente Recomendado:

    • Tiempo insuficiente de dedicación al paciente;
    • Estrés o fatiga del profesional de la salud (errores médicos);
    • Disociación entre diagnóstico inicial y final;
    • Defectos en precisar la sintomatología;
    • Exploración física;
    • Incorrecta interpretación de las pruebas diagnósticas;
    • Ingresos inapropiados en el hospital como resultado de la presión ejercida por parte del paciente, su familia o el propio médico;
    • Negativa a seguir guías de actuación.

    Cabe destacar, además, que el paciente recomendado cuenta con mayores posibilidades de que las cosas no salgan bien, pues las posibilidades de un mal pronóstico son inversamente proporcionales. Es decir, cuanto mejor queramos quedar, peores son los resultados para el paciente. A continuación un breve ejemplo.

    Un paciente llega al hospital con diagnóstico de apendicitis, entra a quirófano al cambio de turno y… la cirugía se realiza por la resección de un Divertículo de Meckel, sale con sonda nasogástrica y Foley… entra a la Terapia y como “no orina” le pasan cargas y cargas, amanece sin miccionar, por lo que la enfermera le comenta dulcemente al familiar “su paciente padece de los riñones, no orina”. Afortunadamente en el cambio de turno la siguiente enfermera le “desamarra la fijación y el paciente micciona casi un litro”, posteriormente al tratar de hablar la sonda de Levin le lastima la garganta, no obstante como no drenaba la sonda y posterior a una emesis de mil 500 ml la retiran “por no funcional” y se dan cuenta que estaba en la garganta. Ese mismo paciente en vez de perder 1 gr de hemoglobina, perdió 5 gramos, desarrollo hipoxia y taquicardia sin motivo aparente. Finalmente a pesar de todo… mejoré y una semana después fui egresado del hospital y requerí 6 semanas de incapacidad.

    Entre los factores que favorecer la aparición de estos errores suelen encontrarse: a) la actitud del propio paciente; b) el empleo insuficiente de los recursos; c) la ausencia de un registro adecuado de datos en la historia clínica; d) el cambio de conducta habitual en la indicación; y e) la mala (o carente) interpretación de los estudios diagnósticos en el tratamiento de los enfermos.

    Por tanto, el mejor modo de prevenir este “Síndrome del recomendado” es mantener (incluso con estos pacientes) una actitud clínica basada en los conocimientos sólidos y seguir la misma línea de conducta de igualdad y ética profesional que con el resto de los pacientes.

    • Procure tratar a los “recomendados” igual que a los demás pacientes.
    • Valore constantemente su conducta ante estos pacientes con el fin de detectar y corregir las desviaciones que se puedan llegar a cometer en el ejercicio diario.
    • Desde el primer contacto con el individuo se debe de crear una historia clínica que reúna antecedentes personales, anamnesis por aparatos, historia del proceso actual y exploración física.
    • Mantener la misma secuencia de acciones en los procedimientos, horarios y citas.
    • Consigne todo en el expediente.
    • Informe a una sola persona e identifique al responsable del paciente.
    • Evite la repetición inútil de exámenes.

    Vale la pena señalar que el presente escrito lo he realizado posterior a mi periodo de convalecencia, sin demeritar el trabajo de nadie y sin ningún afán peyorativo o punitivo, pues su único propósito es el de indicar algo que ocurre cuando manejamos pacientes recomendados (por posición social, fama, parentesco o de tipo profesional). Siendo necesario saber más de ello, vigilarlo y reportarlo, pues se trata de un tópico que forma parte de nuestra realidad.

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