- La resistencia a los antimicrobianos es uno de los retos más grandes para la salud mundial en la actualidad.
- De acuerdo con la OMS podría existir un déficit de 15 millones de trabajadores de la salud para el 2030.
- La pandemia hizo más evidente la división sanitaria en todo el mundo.
Durante la próxima década, los brotes infecciosos que serán más frecuentes y generalizados, en un contexto de enfermedades crónicas, podrían empujar a los sistemas de salud mundial al borde del fracaso, además de poner en peligro la integridad humana.
Ahora bien, de acuerdo con el Reporte de Riesgos Globales 2023, la salud pública mundial se encuentra bajo una presión creciente, por lo que dichos sistemas corren el riesgo de volverse inadecuados para su propósito.
La pandemia de Covid-19 amplificó los riesgos emergentes para la salud, incluida la reticencia a la vacunación, la resistencia a los antimicrobianos y las enfermedades nutricionales e infecciosas exacerbadas por el clima. Asimismo, desvió recursos de otras enfermedades y afectó aspectos como la calidad de vida, el estado ocupacional y la salud mental de las personas. Aunado a esto y dadas las crisis actuales, la salud mental también se ha visto afectada por el aumento de factores estresantes como la violencia, la pobreza y la soledad.
Otros riesgos para la salud mundial
Si bien los efectos de la pandemia han sido persistentes, el reporte señala que existe una disminución de la percepción del riesgo de enfermedades infecciosas entre los encuestados, probablemente debido a la fatiga pandémica y la tendencia humana a centrarse en crisis nuevas, recientes y más visibles.
De igual forma se advierte el potencial de las “crisis silenciosas” para crear daños complejos. En este sentido, se estima que la Covid-19 se relacionó con al menos 6.6 millones de muertes a nivel mundial. Por otra parte, en comparación con esto, 4.95 millones de muertes se asociaron con bacterias resistentes a los medicamentos tan solo en 2019.
Además, en la última década se ha producido una tendencia hacia las enfermedades no transmisibles, relacionado al crecimiento y envejecimiento de la población en adición al retraso en la cobertura de los sistemas de salud. Una implicación de esto, más que la muerte, es la pérdida resultante de la funcionalidad y el aumento de las discapacidades.
Los avances médicos han hecho posible que las personas vivan más años, pero con múltiples, complejas y costosas comorbilidades, como la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardíacas y la depresión.
Déficit alarmantes de trabajadores de la salud
A medida que persiste la inflación, es probable que los sistemas de salud se enfrenten a una presión financiera más intensa, con pérdidas de ingresos o recortes presupuestarios, así como mayores costos en bienes y mano de obra. Incluso antes de que la pandemia agravara la escasez de personal, la Organización Mundial de la Salud (OMS) predijo un déficit mundial de 15 millones de trabajadores de la salud para 2030.
Las brechas de habilidades e infraestructura han socavado aún más la capacidad laboral a medida que el personal se ha visto abrumado por desafíos para los que no está equipado, lo que podría llevar a más protestas por parte del sector.
Los expertos también pronosticaron que la inflación médica superaría el crecimiento del PIB en muchos países, y que las presiones financieras sobre las poblaciones trabajadoras se intensificarían a medida que aumenten las tasas de dependencia. Un desajuste persistente entre la demanda y la oferta debilitaría gradualmente la capacidad de los sistemas de salud para adaptarse a sus respectivos entornos, incluso en los países más ricos.
Desigualdades y conflictos ideológicos también perjudican la salud mundial
Los sistemas de salud frágiles podrían verse abrumados por eventos catastróficos, como ciberataques, guerras, fenómenos meteorológicos o enfermedades infecciosas, lo que provocaría un aumento inesperado de muertes.
Las restricciones aplicadas a la exportación de medicamentos y productos médicos podrían causar una crisis humanitaria y convertirse en controles más estrictos sobre recursos existentes, especialmente alimentos, con efectos en la salud.
Las disparidades en el acceso a la atención médica podrían empeorar entre los países y dentro de ellos por la desigualdad económica. Si bien los avances como la medicina personalizada, genómica y proteómica pueden mejorar los resultados en las afecciones crónicas y degenerativas, tienen un alto precio que limita su uso generalizado; por ejemplo, las terapias génicas pueden costar más de 2 millones de dólares.
Aunado a la fragilidad de los sistemas de salud, existe el riesgo de un aumento de “sindemias”, que se refiere a un conjunto de problemas de salud concurrentes que se potencian mutuamente y afectan el estado de salud general de la población en ciertos contextos políticos, estructurales o sociales.
En este sentido, la desigualdad y los conflictos ideológicos podrían tener efectos agravantes no deseados en ciertas enfermedades y grupos poblacionales específicos. El estrés financiero crónico y el racionamiento de recursos básicos, como tener que elegir entre energía y alimento, tendrían impactos físicos y psicológicos a largo plazo incluso en personas sanas.
El reporte resalta la necesidad de incorporar las lecciones aprendidas en preparación para las próximas crisis sanitarias. Lograr los beneficios en salud pública requerirá que los gobiernos y las empresas promuevan las condiciones que sustentan el bienestar y fomenten estilos de vida saludables, buena alimentación, aire limpio, vivienda segura y cohesión social.
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