El sábado pasado conducía hacia mi trabajo con cierta flojera (cortesía del clima nublado que no me ayuda a estar cien por ciento motivado). Gracias a que amo mis proyectos he decidido laborar arduamente éste y todos los días de la semana, pues reconozco que el trabajo y la empresa son los mejores alimentos y terapias que existen para mantener la mente activa y feliz… por lo menos en mi caso.
Una situación positiva de trabajar los sábados es que las calles de la ciudad se encuentran un poco más despejadas que de costumbre y uno puede observar de mejor manera su entorno.
Consecuencia de lo anterior, tuve la fortuna de toparme con un sujeto y un vehículo fuera de serie (el cual me hico valorar mi situación, pues ya no puedo caminar ni conducir convencionalmente), se trataba de un conductor con capacidades diferentes cuyo transporte se trataba de una motocicleta de bajo cilindraje, armada e integrada en un triciclo de aguador con una silla de ruedas como receptáculo principal.
Lo primero que me pregunté como empresario al ver tan singular vehículo fue, ¿habrá vehículos producidos en masa para este tipo de personas con este tipo de presupuesto y capacidad de pago?
Sinceramente creo que por la escala del mercado podría resultar en una buena oportunidad de negocios y de trascendencia para los fabricantes de vehículos, pues además de todo, al menos el que iba delante mío funciona a buena velocidad (cerca de 60 km/hr al menos) y aparenta tener placas en regla.
Pero, regresando a mi flojera sabatina, me consuelo rápidamente en especular cómo será la personalidad del conductor que viaja en este “carro/moto/silla” delante de mí, pensando que debe ser alguien de gran dinamismo, movilidad mental y gran espiritualidad.
Al trasladar dicha escena al terreno de los negocios puntualizo que la gran mayoría de los emprendedores iniciamos sin capitales significativos (sin vehículos cómodos o veloces), sino que iniciamos simplemente con nuestras ganas y espíritu de emprender (similar a las ganar de vivir y moverse del sujeto delante mío, al cual persigo para tomarle algunas fotos), aunado a poseer una disciplina y cumplir cabalmente con nuestra clientela, empleados y realizar nuestras obligaciones fiscales en tiempo y forma.
De hecho esta misma imagen nos sirve también para recordar que tenemos errores y accidentes que, a veces, nos llevan a adelgazar el negocio para ponerlo de nueva cuenta en forma y siempre hacia adelante. También me lleva a reflexionar en que si algún día quiero vender el negocio o heredarlo, debo de llevarlo siempre en movimiento hacia adelante a pesar de todas las adversidades.
Al final del día los negocios no son sino vehículos que se van perfeccionando conforme pasa el tiempo, todo lo contrario de un automóvil último modelo y de lujo que sacamos de la agencia para estrenarlo y verlo como se deteriora poco a poco con el paso del tiempo.
Te invito a pensar en tu negocio como un vehículo, ¿cómo lo ves?, ¿cómo te ves a ti conduciéndolo?
En verdad te exhorto a echarle ganas, cada quien a nuestro “Transformer empresarial particular de negocios”, pues nuestra empresa (a pesar de ser material) al igual que nuestra vida, posee un espíritu y personalidad única, razón por la que todos los días contamos con una oportunidad para rediseñada y mejorarla a pesar de las adversidades que se nos puedan presentar.
LCC Juan Carlos Guerrerosantos A.
@triunfadoctors