En México, los antibióticos son una herramienta fundamental para combatir infecciones bacterianas, pero su uso indebido y excesivo ha generado preocupación entre expertos en salud pública. Aunque estos medicamentos han salvado millones de vidas, su mal manejo ha llevado al incremento de la resistencia bacteriana, un fenómeno que amenaza la eficacia de los tratamientos en el futuro.
En 2010 se implantaron ya regulaciones para la venta de antibióticos
El problema principal radica en la automedicación y la facilidad con la que históricamente se han adquirido antibióticos sin receta médica. Aunque en 2010 se implementaron regulaciones para que estos medicamentos sólo se vendieran bajo prescripción, aún persisten brechas en su cumplimiento, especialmente en áreas rurales y comercios no regulados. Según la Secretaría de Salud, hasta un 60% de los mexicanos reconoce haber usado antibióticos sin receta alguna vez, lo que aumenta el riesgo de resistencia.
La resistencia bacteriana, considerada una “pandemia silenciosa” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un problema creciente en México. Patógenos como Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y Staphylococcus aureus han desarrollado resistencia a tratamientos comunes, complicando la atención médica y prolongando las hospitalizaciones.
Hay campañas de concientización que han ayudado a reducir su consumo
A pesar de estos desafíos, México ha dado pasos importantes para abordar el problema. En 2020, se lanzó el Plan Nacional de Acción contra la Resistencia a los Antimicrobianos, que busca promover el uso racional de antibióticos, fortalecer la vigilancia epidemiológica y fomentar la educación tanto en médicos como en pacientes. Además, campañas de concientización como “Los antibióticos no son para todo” han ayudado a reducir la percepción de que estos medicamentos son una solución universal.
Para los pacientes, el mensaje es claro: no tomar antibióticos sin prescripción médica, completar el tratamiento indicado y evitar compartir medicamentos con otros. Por su parte, los profesionales de la salud deben priorizar el diagnóstico adecuado y prescribir antibióticos sólo cuando sea estrictamente necesario.
El uso responsable de antibióticos no sólo es clave para proteger la salud individual, sino también para preservar su eficacia como herramienta médica esencial para las generaciones futuras.