Me parece que una persona común no es totalmente consciente de la magnitud de datos personales que compartimos todos los días a través de nuestra navegación día a día en internet.
Basta con probar, descargar o suscribirse a una nueva aplicación o compartir fotos a través de redes sociales y con esto estamos ya compartiendo información personal. Es grave y posiblemente inevitable a la vez. Compartimos información personal (qué más personal que una selfie por ejemplo) sin ningún problema, lo hacemos gustosos y sin cuestionamiento alguno. Confiamos a totalidad en que las empresas no harán mal uso de los datos.
Existen diferentes tipos de datos que las empresas de tecnología recolectan de nosotros, y cada empresa usa esos datos para fines distintos. Según un estudio del portal Datafloc los términos y condiciones del uso de información de 5 de las empresas más poderosas de tecnología en el mundo, no son suficientemente claros. Y según un artículo del diario Today Tells es Amazon la empresa en la que confían más estadounidenses para el uso de sus datos.
Sin embargo, al momento de que esa misma persona que subió a Facebook o Instagram una selfie con sus familiares es cuestionada acerca de si estaría dispuesta a compartir su información clínica, su nivel de intención baja drásticamente. Es decir, ¿confiamos en empresas nuestra ubicación 24 horas al día y nuestro rostro, pero no confiamos en compartir nuestros datos clínicos?
Uno de los posibles motivos es el poder de una marca. Las marcas no son más que la confianza que construyen. Es una construcción mayormente basada en una combinación trabajo y dinero invertido en posicionarse como una marca confiable. Para demostrarlo basta con un ejemplo hipotético: Amazon y Telmex sin duda tienen la capacidad de lanzar a la venta boletos de avión; es un hecho, ambas empresas pudieran hacerlo si quisieran; pero ¿A quién de las dos le confiamos más para la compra del boleto de avión?
Otra de las razones posibles es que al momento de compartir datos clínicos, las personas podemos sentir que se está trastocando nuestro límite, se va más allá del cuerpo y son datos que los consideramos más íntimos. Además en temas de salud, si nos preguntamos el destino y uso de dichos datos.
Sin embargo, las empresas son conscientes desde hace tiempo de esto y descubrieron que “en la forma de preguntar está el dar” Así que si las personas no estamos dispuestas a dar nuestra información clínica a una pregunta directa si estamos dispuestos a prevenir y monitorear nuestra salud. Vivir bien o el wellness fue la llave que abrió la puerta de los datos clínicos.
Ahora estamos más dispuestos que nunca a usar y comenzar a compartir datos de nuestro bienestar con empresas de tecnología. Cada vez más, confíamos en la telemedicina o en los wearables para monitorear nuestra salud. O en nuestro teléfono celular para contarnos los pasos y compartirlos con Apple o cualquier otro.
Las empresas de tecnología han sabido cómo hacer la pregunta y cómo coleccionar datos clínicos. Basadas en una confianza de marca.
Ahora, ¿cómo los médicos y/o clínicas van a tener acceso a esos datos? ¿Cuál es su papel?