Según varias encuestas, entre ellas una hecha por La Academia Americana de Pediatría (AAP), entre el 80-90 por ciento de los pediatras hemos tenido familias que rehusan vacunar a sus hijos.
Lo esencial es tratar de entender por qué el rechazo, qué hay de fondo y cuál es la mejor forma de comunicarnos con nuestras familias.
Lo que he podido observar, sobre todo en la última década, es un océano de información confusa y contradictoria que se puede leer en el internet, gran parte de ella fomentada por grupos que simplemente rechazan cualquier intervención médica, otras siguen la doctrina del desprestigiado Andrew Wakefield, quién como lo mencionamos en un artículo previo, publicó en 1998 un artículo en el cual proponía que la vacuna triple viral SRP, contra el sarampión, rubeola y paperas era responsable de el alta en casos de autismo.
Wakefield fue despojado de su licencia médica cuando admitió que había manipulado el cohorte y la publicación Lancet retractó el artículo.
Desafortunadamente ahora vive en Austin, Texas, donde sigue perpetuando sus teorías, ahora con un tono que semeja “teorías conspiratorias“ y que van dirigidas a familias , iguales a las nuestras, que aman a sus hijos pero que son vulnerables a todo este bombardeo de “información” que acaba aterrorizándolos.
También hay que considerar que los padres jóvenes no tienen ninguna memoria de las enfermedades que son evitadas con las vacunas, mucho menos de la gravedad de contraerlas.
A mí nadie me puede decir que la varicela es inocua, perdí a un bebé a causa de ella y es mucho más teratogénica que la rubeloa, el punto de esto es que todo son percepciones y experiencias.
También a considerar, antes de juzgar a los padres de un chico con una cartilla de vacunación casi en blanco, es que en nuestro país cerca del 60 por ciento de los niños CARECEN de un esquema completo de vacunación y un 6 por ciento no tienen ninguna vacuna, esto según datos del Instituto Nacional de Salud Pública.
Si analizamos la demografía del mayor numero de chicos sin vacunas, se concentran en la CDMX y EdoMex, siendo las familias más ricas, así como las más pobres las que tienen menor número de vacunas. Las primeras por elección y las segundas por falta de recursos.
Aún cuando el sector salud es uno de los mejores de América Latina (en materia de vacunas), la realidad es que no es suficiente para satisfacer las necesidades de nuestra población .
En el sector privado también la economía influye, mantener un inventario de todo el esquema de vacunación es caro, y no siempre rentable al médico. Esto también influye en las estadísticas de esquemas incompletos.
Para nosotros el tema es abierto pero con expectativas, nosotros tenemos responsabilidades ante una familia y del mismo modo los pacientes y sus familias tienen responsabilidades y expectativas para con nosotros y la práctica, el diálogo continúa, pero nuestro límite es la edad de 2 años. Si el niño ha tenido amplia oportunidad de tener un esquema completo y los padres no han mostrado ningún interes en aplicar vacunas es tiempo de que rompamos la relación médico-paciente y lo hacemos de una manera amigable y siempre proporcionandoles alternativas y continuidad en su atención médica.
El punto de quiebre para nosotros es el número de chicos imunodeprimidos que atendemos así como chicos con problemas oncológicos.
El decidir “expulsar” o no a una familia de nuestras prácticas es una decisión que nunca va sin consecuencias.
El tema de las vacunas es mucho más complejo de lo que parece a simple vista y hay lugar para muchas reflexiones en cuanto a temas de salud individual como colectiva.
Compartenos tus experiencias, ¿Tienes una política de vacunación en tu clínica o consultorio?