La hepatitis C es una enfermedad viral que afecta principalmente al hígado y es causada por el virus de la hepatitis C (VHC). Esta infección puede ser aguda o crónica, y su gravedad varía desde una infección leve hasta una enfermedad grave que puede provocar cirrosis o cáncer de hígado. La hepatitis C es una de las principales causas de enfermedad hepática crónica en el mundo, y se estima que afecta a más de 58 millones de personas a nivel global.
¿Cómo se transmite?
Esta enfermedad se transmite principalmente a través del contacto directo con sangre infectada. Algunas de las formas más comunes de contagio incluyen el uso compartido de agujas en personas que consumen drogas intravenosas, prácticas médicas inseguras en las que se utilizan equipos no esterilizados y transfusiones de sangre en condiciones inseguras. Aunque menos común, también puede transmitirse a través de relaciones sexuales en las que haya contacto con sangre o durante el parto, de madre a hijo.
Síntomas de la hepatitis C
La hepatitis C es conocida como una “enfermedad silenciosa” porque muchas personas no presentan síntomas durante años, incluso décadas, mientras el virus daña gradualmente el hígado. Cuando se presentan, los síntomas de una infección aguda pueden incluir fiebre, fatiga, falta de apetito, náuseas, dolor abdominal, y coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia). En su fase crónica, los síntomas pueden incluir fatiga extrema, problemas de memoria y, en etapas avanzadas, signos de daño hepático severo como ascitis y hemorragias.
Diagnóstico y tratamiento de la hepatitis C
El diagnóstico de la enfermedad se realiza mediante análisis de sangre que detectan anticuerpos contra el virus. Si se confirma la presencia del VHC, se realizan pruebas adicionales para evaluar el estado del hígado y determinar el tipo de tratamiento necesario. En la actualidad, existen medicamentos antivirales altamente efectivos, llamados antivirales de acción directa (AAD), que pueden curar la hepatitis C en más del 95% de los casos si se administra correctamente.
Prevención
A diferencia de la de tipo A y B, no existe vacuna para la de tipo C. La prevención se centra en evitar el contacto con sangre infectada, mediante el uso de agujas desechables, prácticas médicas seguras y evitar compartir objetos personales.
La hepatitis C es tratable y curable, por lo que el diagnóstico temprano y el acceso a tratamiento son clave para evitar complicaciones a largo plazo y mejorar la calidad de vida de los pacientes.