La pirámide alimenticia nace como una serie de recomendaciones nutricionales, que el gobierno sueco promulgó en la década de los años 70’s para orientar a la población respecto a los grupos de alimentos que debían consumir.
Sin embargo, el objetivo de esta pirámide original no tenía como finalidad promover una alimentación balanceada. Sino que se ideó con fines económicos, por lo que en la base de la pirámide se encontraban los alimentos más económicos como cereales, pan, leche y patatas.
En segundo lugar, se agrupaban frutas, verduras y legumbres, a las que podía acceder un grupo más limitado de la población. Y por último, la pirámide era coronada por carnes, pescado y huevos; los cuales eran los productos más costosos para ese momento.
No fue sino hasta 1990, que Estados Unidos copió el modelo sueco y promulgó sus propias recomendaciones alimenticias. Aunque utilizaron un esquema semejante con los cereales de base, seguidos por verduras, frutas y carnes; los americanos añadieron un escalón adicional y en la cúspide de la pirámide colocaban las grasas y azúcares destinados al consumo ocasional.
Desde entonces, la pirámide ha sufrido muchas modificaciones y se han propuesto muchos modelos en los cuales tratan de darle la misma importancia a todos los grupos alimenticios. Sin embargo, han sido poco exitosos por no representar claramente la proporción que debería consumirse de cada alimento.
Otro ejemplo, aunque un poco más aceptado, es el triángulo de la alimentación saludable, que se representa como una pirámide invertida que tiene como base el agua, seguida de cereales, verduras, frutas y aceites en el primer escalón; pescado, pollo, huevos y queso en el segundo; y carnes y mantequilla en el tercero.
Este triángulo saludable, tiene como finalidad indicar qué alimentos se deben consumir más y que alimentos se deben consumir menos. Y hace un apartado especial, en el cual se indica que las comidas procesadas, la sal y bebidas azucaradas deben consumirse tan poco como sea posible.
El Plato de Harvard
En el año 2011, la Harvard School of Public Health revolucionó el diseño de la pirámide nutricional, transformándola en la representación de un plato de comida. A diferencia de las versiones anteriores, se trata de una guía para crear comidas saludables y equilibradas en la cual el consumo de los alimentos se establece porcentualmente.
El principal cambio respecto a la pirámide es que los cereales no son la base de la dieta; por el contrario, el plato está compuesto de hasta un 50% de verduras, vegetales y hortalizas. Además, recomiendan incorporar todos los colores posibles, para obtener diferentes tipos de nutrientes.
El 25% del Plato debe incluir cereales integrales y legumbres, ya que en esa proporción se aportan los carbohidratos necesarios para darnos energía. El otro 25% debe ser de proteína, procedente de huevos, pescado, carnes blancas y frutos secos, para mantener la masa muscular.
Los expertos señalan que evitar las carnes rojas, productos procesados, azúcares, frituras y la sal, es la clave de una alimentación sana. Acompañando al plato, se incorpora el aceite de oliva como representación de grasas saludables y el agua, té o café sin azúcar como bebidas regulares. Pero deben limitarse los jugos y la leche a 1 o 2 porciones al día.
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