La fibrosis quística es una enfermedad hereditaria y crónica, que afecta especialmente al sistema digestivo y a los pulmones. Hoy en día, no existe una cura para esta enfermedad aunque los avances médicos sí que están consiguiendo tratamientos que mejoran la esperanza de vida del enfermo.
Como ya hemos dicho, no hay cura para esta enfermedad de carácter genético, por lo que hay pocas formas de prevenirla. Lo ideal sería realizar un diagnóstico prenatal para llevar a cabo un tratamiento precoz y evitar complicaciones.
Mantener unos hábitos de vida saludable es esencial para la fibrosis quística
Si los progenitores son portadores de la enfermedad, se puede realizar una fecundación in vitro. En esta se seleccionan los embriones que no sean portadores de la enfermedad. Lo que sí está claro es que la esperanza de vida ha ido aumentando notablemente gracias a los avances médicos y diversos tratamientos.
Uno de los principales consejos es mantener unos hábitos de vida saludables y seguir las indicaciones de un profesional médico en cada momento. Asimismo, es primordial llevar a cabo un control nutricional, puesto que esta enfermedad causa problemas gástricos y de absorción de nutrientes, así que será necesario el uso de suplementos de vitaminas y enzimas que ayudan a absorber mejor las grasas.
También será necesario el uso de medicación para paliar infecciones y posibles inflamaciones respiratorias. Se puede realizar terapia del tórax y de limpieza de las vías respiratorias que ayuda a eliminar las mucosas acumuladas, evitando así su obstrucción.
El control de la enfermedad minimiza el riesgo de infección
Es importante también incrementar la actividad física y tener una terapia física regular, que consiste en la práctica de algún deporte, hacer ejercicios para fortalecer la musculatura del tórax y realizar fisioterapia respiratoria, ya que ayuda a eliminar la mucosa acumulada en los pulmones.
En los casos más graves, sería necesario realizar una cirugía o transplante de algún órgano, extracción de pólipos nasales y ayudar a administrar los nutrientes necesarios a través de una sonda.
Lo último a destacar es que un control adecuado de la enfermedad consigue minimizar el riesgo de infección y ayuda a evitar el rechazo de un órgano trasplantado, devolviendo a la persona afectada la posibilidad de llevar una vida con normalidad y mejorando mucho su calidad de vida.