Uno de los principios más importantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es el fomento de la donación de órganos, particularmente de individuos fallecidos para reducir los riesgos inherentes de la operación. A pesar de ello, existen todavía millones de personas en todo el mundo que, por la falta de piezas y donantes, mueren o recurren a mercados ilegales.
La Secretaría de Salud (SSa), a través del Centro Nacional de Transplantes (Cenatra) apuntó que en 2017 se obtuvieron exitosamente 2 mil 54 órganos en todo el país, la cifra más alta en toda la historia del programa. Salvador Aburto Morales, director general de la institución, afirmó que en la presente administración se consiguió un aumento sostenido, nunca visto en los 60 años de historia de la organización, en el suministro de estas piezas por parte de personas fallecidas.
Por su parte, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) apuntó en un comunicado que sus esfuerzos han permitido un aumento en el número de transplantes de órganos de más del 175 por ciento con respecto a la administración pasada. Al respecto, José de Jesús Arriaga Dávila, director de Prestaciones Médicas de la dependencia, apuntó que se logró esta meta gracias al aumento de la donación cadavérica y el fortalecimiento educativo y técnico a nivel institucional.
Sin embargo, los esfuerzos de las autoridades gubernamentales están todavía lejos de cumplir con la demanda nacional. En México, alrededor de 21 mil personas están registradas para recibir una donación de órganos en el Cenatra, la gran mayoría (más de 9 de cada 10 pacientes) en busca de riñones y córneas.
Aunque en México existe un déficit de órganos, se tiene una cultura relativamente estable y cercana a esta práctica médica. Por el contrario, en países como Alemania (donde apenas se registran 797 donantes cada año, frente a los 12 mil ciudadanos en espera) se han propuesto medidas legales radicales para dar abasto a la población y los centros hospitalarios.
Un ejemplo de estas medidas se observó a principios de septiembre, cuando el ministro de Salud alemán Jens Spahn propuso que todos los fallecidos del país, a menos que hubieran expresado lo contrario en vida, fueran forzados a volverse donadores de órganos.