Resulta sumamente frecuente que las personas ponderen de forma consistente el dolor de características tipo migraña (jaqueca), cefalea primaria (tensional, postraumática), facial, oftálmica, zona del oído (otalgia) y dental o peridental como más perjudicial, y a su vez con un mayor desgaste emocional, que el dolor en cualquier otra parte del cuerpo.
Las posibles vías de transmisión del dolor facial abarcan el nervio trigémino, el nervio facial y el nervio vestibulococlear. Estudios recientes nos han permitido conocer cómo es que esta sensación desagradable nos hace sentir emocionalmente.
La profesora Fan Wang, del departamento de neurobiología de la Universidad Duke y autora principal de un estudio publicado en Nature Neuroscience durante el presente mes de noviembre, el cual abarca la red neural cerebral implicada en el dolor de origen craneofacial y el matiz afectivo que éste componente representa, comenta al respecto:
Por lo general los médicos se enfocan en tratar la sensación del dolor, pero esto demuestra que realmente necesitamos tratar los aspectos emocionales también.
Los casos clínicos de personas con mayor temor y sufrimiento se encuentran documentados por estudios de imagen por Resonancia Magnética Funcional (FMRI), que muestran mayor actividad en la amígdala cerebral implicada en experiencias emocionales con una respuesta más amplia al dolor craneofacial que en respuesta al dolor de otra parte del cuerpo.
Vale la pena recordar que tanto el hipocampo como la amígdala poseen abundantes centros de aversión, por ello, la estimulación de la amígdala puede desencadenar miedo y su lesión puede conllevar a la hipersexualidad, aplanamiento efectivo, hiperoralidad e hiperfagia.
Con el objetivo de analizar la vía neural, que es la base de los dos tipos de dolor, se rastreó la actividad cerebral en ratones posterior a la estimulación de una pata o la cara. Los hallazgos ilustraron una mayor actividad a nivel del núcleo parabraquial (PBL), esta región se encuentra vinculada directamente con los centros instintivos y emocionales.
De tal manera, las neuronas de alguna parte del cuerpo únicamente presentan una vía indirecta hacia el PBL, mientras que las neuronas cuyo origen es la región craneofacial, además de esta vía indirecta, también poseen una vía directa de entrada.
Esto podría explicar el porque existe una activación de mayor intensidad del complejo amigdalino y de los centros emocionales cerebrales en relación al dolor craneofacial.
Las interconexiones funcionales entre los centros de aversión y gratificación contribuyen probablemente a la estabilidad emocional. Por si fuera poco, existen además diferencias enormes, tanto interindividuales como intraindividuales, en la percepción del dolor, según el contexto y significado de cada paciente.
Esto abrirá, sin duda, la puerta hacia no únicamente una comprensión más nítida de los estados crónicas caracterizados como algias craneofaciales y orofaciales causantes además de síntomas de ansiedad, depresión e incapacidad, sino también hacia la traducción de este conocimiento con el objetivo de proporcionar tratamientos que beneficiarán a los pacientes, quienes por otra parte a menudo necesitan de un equipo interdisciplinario conformado por médicos, estomatólogos y psicóloga controlando la biología de la enfermedad y mejorando la calidad de vida de los pacientes.
Un ejemplo claro es la Neuralgia del Trigémino, la cual puede ser tan severa que el paciente busque un tratamiento quirúrgico que pueda ser seguro y resolutivo, reservado para los casos resistentes a las farmacoterapias y para los casos en los que la toxicidad farmacológica supera los riesgos y desventajas de la intervención quirúrgica. Sin embargo, el dolor puede recidivar tras efectuar la intervención correspondiente e incluso puede no tratarse de una neuralgia del trigémino recidivante, sino de dolor neuropático del trigémino (“dolor por desaferentación del trigémino”).
Los resultados podrían encontrar un nuevo enfoque hacia el desarrollo de tratamientos más eficaces para el dolor craneofacial, así como neuralgias encefálicas.