La meditación realizada a un nivel intenso puede brindar un impulso significativo al funcionamiento interno de su sistema inmunológico.
Ese análisis sugirió que la meditación impulsó la actividad de cientos de genes
El hallazgo sigue a un análisis de muestra de sangre que tomó instantáneas de la actividad genética antes. Así como después de la meditación entre más de 100 hombres y mujeres.
Ese análisis sugirió que la meditación impulsó la actividad de cientos de genes que se sabe que están directamente involucrados en la regulación de la respuesta inmune.
Pero los investigadores enfatizaron que su estudio involucró sesiones de meditación maratonianas diarias de 10 horas. Esto, realizadas durante ocho días seguidos en total silencio. En el mundo real, la mayoría de la gente tendría dificultades para replicar esos métodos.
Aún así, los hallazgos “sugieren que la meditación podría tener un papel importante en el tratamiento de diversas enfermedades asociadas con un sistema inmunológico debilitado”, dijo el autor del estudio, Vijayendran Chandran.
La meditación a largo plazo durante [una] corta duración cada día también puede mejorar el sistema inmunológico
“Sí, este es un retiro intenso”, reconoció Chandran, profesor asistente de pediatría y neurociencia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida. “Pero recuerde, fueron sólo ocho días. La meditación a largo plazo durante [una] corta duración cada día también puede mejorar el sistema inmunológico”. Admitió que su equipo no probó la posibilidad menos estricta.
Chandran, sin embargo, ha recorrido ese camino él mismo. Antes de iniciar su estudio, completó su propio programa de 48 días que implicaba aproximadamente 20 minutos al día de meditación en casa.
Ese experimento dejó a Chandran sintiéndose más claro y concentrado. Así que decidió sumergirse más profundamente para explorar el mecanismo molecular subyacente preciso por el cual la meditación podría beneficiar al cuerpo.
El estudio involucró a 106 hombres y mujeres, con una edad promedio de 40 años. Todos se habían inscrito en un retiro de meditación realizado en el Instituto Isha de Ciencias Internas en McMinnville, Tennessee.
Se extrajeron múltiples muestras de sangre de todos los participantes en varias ocasiones: cinco a ocho semanas antes del retiro; justo antes de que comenzara el retiro y tres meses después de que se completara.
El retiro de ocho días proporcionó a todos los participantes cocina vegana y todos siguieron un horario de sueño regular. Las sesiones de meditación duraron 10 horas diarias y se llevaron a cabo en silencio.
El estudio se fue basándose en los datos de actividad genética
El resultado: tres meses después de la conclusión del retiro, Chandran y sus colegas encontraron un aumento en la actividad. La cual involucra a 220 genes relacionados con el sistema inmunológico, incluidos 68 genes involucrados en la llamada “señalización de interferón”.
Los autores del estudio señalaron que dicha señalización puede ser clave para montar una defensa eficaz contra diversas afecciones de salud. Incluido el cáncer, la esclerosis múltiple o incluso el COVID-19, dado que las proteínas de interferón actúan eficazmente como desencadenantes del sistema inmunológico.
En particular, entre los pacientes gravemente enfermos de COVID-19, señaló Chandran, se ha citado como problema la actividad insuficiente del interferón.
La actividad del gen de señalización de inflamación se mantuvo estable
Explicó que casi todos (97%) de los “genes de respuesta” del interferón se activaron después del retiro de la mediación. Pero basándose en los datos de actividad genética disponibles públicamente derivados de pacientes con COVID-19, Chandran y sus colegas informaron que esa cifra es del 76% entre aquellos con enfermedad leve por COVID y solo del 31% entre los casos más graves.
Al mismo tiempo, los investigadores encontraron que si bien la actividad del gen de señalización de inflamación se mantuvo estable después de la meditación en profundidad, dicha señalización se disparó entre los pacientes con COVID-19 gravemente enfermos.
El aparente impacto en la actividad molecular observado entre los participantes del retiro se mantuvo incluso después de tener en cuenta tanto la dieta como los patrones de sueño, anotaron los investigadores, aunque los hallazgos no prueban definitivamente que la meditación en realidad causara que ocurrieran cambios genéticos.
Aun así, Chandran dijo que los hallazgos sugieren que la meditación algún día podría integrarse en “terapias conductuales [diseñadas] recientemente desarrolladas para mantener la salud del cerebro y modificar las enfermedades neurológicas actualmente irreversibles”.
Los resultados aparecen en la edición del 21 de diciembre de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
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