La enfermedad puede considerarse como una crisis, debido a la capacidad que tiene para desorganizar un sistema familiar, al igual que pudiera hacerlo una separación, la pérdida de algún miembro, el nacimiento del primer hijo. El desajuste ocurre en diferentes intensidades, las cuales van a estar influenciadas por el tipo de enfermedad y la dinámica del grupo familiar en torno a ella.
La familia trata de adaptarse para abordar y enfrentar la enfermedad de un ser querido, se pueden observar las de orden afectivo que incluyen aspectos como negación, ira, tristeza o depresión; la negociación de roles, flexibilización de límites. También salen a relucir situaciones para los ajustes económicos, en los cuales resulta indispensable considerar la pérdida de capacidad económica de la familia por concepto de consultas, medicamentos y hospitalización, además de la disminución del ingreso económico por la incapacidad del enfermo para trabajar, como en el caso del padre o algún otro miembro de la familia económicamente activo.
Quizás la parte más impactante surge cuando el padecimiento es declarado terminal o mejor pronunciado síndrome terminal de enfermedad; término médico que indica que una dolencia que no puede ser curada o tratada de manera adecuada, y se espera como resultado la muerte del paciente, dentro de un período corto de tiempo. Una vez confirmado el diagnóstico de enfermedad terminal, el médico debe enfrentarse a la difícil tarea de informar al paciente y a la familia.
La atención al enfermo en esta fase terminal constituye una de las funciones más importantes e ineludibles del personal médico, que inician un nuevo tipo de asistencia, cuya meta ya no es liberar al paciente de su enfermedad, sino ayudarle a morir en paz o, más bien, a vivir dignamente hasta que le llegue la muerte.
Los síntomas y complicaciones que afectan al enfermo terminal se tratan con los denominados Cuidados Paliativos, o cuidados tipo Hospice. Estos consideran tres aspectos organizados como: tratamientos o cuidados específicos, asistencia psicosocial, y cuidados continuados y previsiones de asistencia.
Apoyándonos en la deontología médica, eutanasia y asistencia médica al suicidio, admitir que la posibilidad de acabar con la vida del paciente es la absurda negación de toda ética médica, porque cualquiera de estos mecanismos rechaza el sentido de la misma. Nunca se podría tener una relación auténtica con una persona si tuviéramos la potestad de acabar con su vida. Pequeño gran dilema para profesionales que son muy humanos y que deben navegar entre dos orillas ético-morales.
Contradicciones ético morales se viven en Colombia en cuanto a la aprobación totalmente legal de la eutanasia, al ser despenalizada y abrió la puerta para que las personas que sufren frente a una enfermedad incurable y en fase terminal puedan pedir “poner fin a su vida”. Plantea que con respecto a los enfermos terminales que experimentan intensos sufrimientos, el deber estatal de proteger la vida, cede frente al consentimiento informado del paciente, que desea morir en forma digna y en este caso el derecho fundamental a vivir en forma digna implica entonces el derecho a morir dignamente. [1]
Falta mucho por discutir en el papel del medico frente a la eutanasia, pero la realidad radica en que si todavía no sabemos de donde procedemos o de dónde venimos, también queda complicado adueñarnos de la vida y sus determinaciones debido a circunstancias.
[1] (Medina, 2015)
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