La semana pasada el Congreso de Oaxaca aprobó modificaciones a la ley local que prohibirán -como se hace con los cigarros- la venta a menores de edad de productos altamente calóricos (esencialmente refrescos). Se plantea además regular las sanciones a las que se harán acreedores los comercios, escuelas, padres de familia y demás adultos que usen a los niños como recipiendarios de estos productos (como por ejemplo en el caso de una donación en un evento). Veremos como se desarrolla esta política pública, que de llegar a implementarse será un hito en la estrategia para revertir nuestra pandemia de obesidad y altísimos niveles de enfermedades crónico degenerativas; las cuales como es de sobra conocido, nos tienen ostentando el deshonroso primer lugar en índice de obesidad infantil.
Pongamos en perspectiva el asunto porque desde la restricción, el alcance será limitado si no se contemplan otros factores, como el conductual (la cultura y creencias que norman la conducta de una persona).
¿Cómo se generan la obesidad y el sobrepeso?
Hoy sabemos que padecimientos como el sobrepeso y la obesidad son multifactoriales. Son resultado de causas fisiológicas, psicológicas, sociológicas, antropológicas y culturales. También sabemos que son diversos los factores que pueden influir en la salud de una persona.
Aproximadamente 40% tiene que ver con hábitos y decisiones personales, 30% con la genética, 20% con determinantes sociales y económicos y 10% con la calidad de la atención médica. Esto quiere decir que, por lo menos en una primera instancia, si como país nos unimos bajo un mismo objetivo, podemos incidir en ese 40% que corresponde a los hábitos y decisiones* de las personas. Por eso siendo México el país de la OCDE que más hora consume en el trabajo, es necesario voltear a ver: ¿qué está pasando dentro de las empresas? ¿cuánto invierten y de qué forma en cada empleado las compañía que dicen cuidar a su gente?
Está sobradamente documentado que un empleado que hace ejercicio y cuida su alimentación tiene un mayor rendimiento e incrementa su lealtad. Incide también en menor rotación de personal, menos ausentismo, menos contagios. Además de que los propios embajadores de la marca son los mismos colaboradores, quienes a su vez pueden incidir en la difusión de estrategias de salud: con los clientes naturales, en los puntos de venta o distribución, con los proveedores y otros miembros de la cadena de valor; potenciando y multiplicando en efecto más allá del ámbito de la empresa.
Entonces, ¿cómo implementar una cultura saludablemente responsable en la empresa? y ¿por qué la narrativa basada en esa línea de trabajo nos generará un posicionamiento eficaz que otros quieran seguir?
El primer paso es entender los atributos* que hacen a una organización promotora de la salud, estar en el rango de “alfabetizadores activos”.
- Involucrar y comprometer al liderazgo de la empresa.
- Preparar a la fuerza de trabajo para aceptar el cambio.
- Transformar la rutina y el ambiente de salud.
- Involucrar a los grupos de interés con los que se trabaja.
- Redirigir la comunicación verbal hacia los conceptos del lenguaje simple y accionable entre todo el staff, proveedores de salud, etc.
- Producir materiales y contenidos fáciles de leer, de comprender y enfocados en incrementos o decrementos específicos de algo (ej. Hacer 25 minutos diarios de ejercicios, reducir porciones de comidas / bebidas altas en azúcar).
Adicionalmente cabe señalar que todo proceso de mejora de la salud se robustece cuando está acompañado de un cambio en el comportamiento, introduciendo hábitos favorables, especialmente la activación física en la empresa. Ante la creciente ola de sedentarismo, que en México alcanza a más del 85% de la población en edad de trabajar, solo la actividad física induce mejoras permanentes, tanto en la condición e indicadores generales (índice de masa corporal, frecuencias respiratoria y cardiaca) como en el estado de ánimo y capacidad de concentración de la persona.
La mejor combinación es aquella que implementa retos físicos, dinámicas deportivas divertidas y sobre todo las mediciones frecuentes entre colaboradores y comunidades en donde opera la empresa. Bajo este esquema se consiguen importantes mejorías –con el seguimiento adecuado como en el programa “Reto Empresa Activa”- y la disminución de índices de sedentarismo en un 2% anual** La mejor recomendación en este sentido es que sea un agente externo el que facilite -en primer momento- la nueva narrativa introduciendo “pausas activas”, sensibilizando sobre la calidad de los menús corporativos y comprobando que estos sean mejorados así como llevando a cabo la medición en el impacto que generan estas medidas, etc.
A los ahorros financieros que señalábamos, se le agrega la calidad de vida y que ganan los asociados, sus familias y los clientes de la empresa. Con este círculo virtuoso en marcha, las compañías podemos revertir la prevalencia de enfermedades crónico degenerativas y los riesgos de infección viral (más allá incluso de la Covid-19) de una forma científica.
No tenemos que ser un país de enfermos resignados porque podemos ayudar a aliviar la carga que reciben los sistemas de salud educando “cuándo sí y cuándo no” son indispensables. Este texto es una convocatoria para movilizarnos en este sentido, adoptando medidas que no son caras, que salvan vidas, construyen reputación genuina y un ambiente armónico en la dimensión de la empresa socialmente responsable, incidiendo dentro y fuera de los hogares.
*Building Health Literate Organizations: A Guidebook to Achieving Organizational Change./ Health Literacy Iowa.
**Queremos Mexicanos Activos A.C. (pasando al individuo de sedentario a semi-activo).
Hari Camino es Director de Satya Social Purpose Communication Representante del Institute for Healthcare Advancement