“Estoy listo para dejar el amor, la amabilidad, la bondad y la paciencia que mezclo con todo lo que soy y convertirme en un asesino a sangres fría.” Chrstopher Dunstch, neurocirujano condenado a cadena perpetua en un correo a su asistente.
Hace dos años, en abril de 2018 muchos integrantes de la comunidad médica del país nos indignábamos por el caso del doctor Luis Alberto Pérez, ortopedista pediatra que era acusado de homicidio doloso en el Estado de Oaxaca. Recuerdo haber visto en esos días una conferencia de prensa de la Fiscalía General de Oaxaca en la que cinco o seis sujetos trajeados, incluyendo al procurador, hablaban del caso con una soberbia extraordinaria, casi como si acabaran de atrapar al mayor delincuente de la entidad. La escena me pareció increíble. Cuando en el país se persigue o se detiene a un criminal de alto perfil o a un verdadero homicida, los policías salen con la cara cubierta, pero cuando se trata de un médico todos parecían orgullosos de estar en primera fila. Valiente justicia la que nos toca a los mexicanos. En lo personal me pareció una cacería de brujas.
En su momento surgió un debate sobre las implicaciones de imputar a un médico un homicidio doloso, recordemos que el dolo se trata de una conducta desplegada con el deliberado propósito de ocasionar un resultado típico, o bien, a sabiendas de que se producirá ese resultado y admitiendo que así sea. Yo (como muchos otros) jamás me quede satisfecho con la imputación, por supuesto que la muerte de un menor de edad siempre será una tragedia, pero ¿homicidio doloso?, parecía un exceso.
En septiembre de ese mismo año, se presentó en EE. UU. un podcast titulado Dr. Death. En él se narraba el caso del doctor Christopher Duntsch, neurocirujano americano que durante su práctica en los estados de Texas y Colorado realizó una serie de procedimientos negligentes y grotescos que llevaron a la muerte a dos personas y dejó con secuelas permanentes a muchos otros. Es un caso increíble y difícil de escuchar, pero creo que es obligatorio conocer para cualquier miembro de la comunidad médica.
Lo que quiere rescatar de este asunto es que al doctor Duntsch se le suspendió de manera permanente su licencia y fue condenado a cadena perpetua, pero jamás se le condeno por una figura similar al homicidio doloso e incluso antes de iniciar el juicio se retiró el cargo de homicidio. El caso del doctor Pérez y del doctor Duntsch no tienen comparación, siendo Duntsch un verdadero psicópata, mientras que (desde mi punto de vista) el doctor Pérez es inocente de homicidio, pero por alguna razón nuestras autoridades fueron mucho más duras que las americanas. Si comparamos el caso del doctor Pérez con el del doctor Duntsch nos damos cuenta de que a pesar de que ambos casos son muy diferentes, al igual que los sistemas de impartición de justicia, no podemos dejar de pensar que en el caso mexicano se llevó a cabo una tremenda injusticia por parte de las autoridades que presentaron una acusación que daño tanto al doctor Pérez como a toda la comunidad médica mexicana. La severidad con la que se juzga el acto médico en México me parece que es motivo de preocupación para todos nosotros.
¿Este tipo de actuaciones de la autoridad en contra de los médicos puede catalogarse como violencia médica?
Siguiendo el esquema de tipos violencia médica propuesta por el doctor Roberto Castro (sociólogo médico de la UNAM) en su trabajo: “Violencia en la práctica médica en México: un caso de ambivalencia sociológica”. Este tipo de violencia en contra del gremio médico se clasificaría como violencia externa legitimada, la cual se ejerce al amparo del marco normativo y se diferencia de la violencia externa no legitimada, que es la violencia criminal en contra de los trabajadores de la salud (ejemplo, asalto al Hospital las Américas en Ecatepec, Estado de México. 01 de mayo 2020).
En México, en ocasiones se utilizan las instituciones legales y las leyes para perseguir a los médicos de manera injusta y desproporcionada. A muchos les molesta que diga esto, pero a mí me parece evidente, siendo el episodio del doctor Pérez un caso conocido por todos. Hace poco vimos un caso similar, en el que algunos académicos del derecho penal intentaron equiparar el triage con homicidio (con relación a la Guía Bioética del Consejo General de Salubridad). De la revisión de estos sucesos tenemos que concluir que en nuestro país la violencia en contra del personal de salud no sólo proviene de los pacientes y de los delincuentes comunes, también de las instituciones y las leyes al poner una carga excesiva sobre el acto médico y la práctica médica.
Si le interesa el tema de la violencia médica, los invito a leer mi novela: En la residencia médica publicada en amazon en formato físico y digital.