Uno de los mayores errores que se pueden cometer con las enfermedades es su normalización. El mejor ejemplo se puede observar con la obesidad porque sus consecuencias van más allá del aspecto físico e incluso pueden llegar hasta la salud mental.
De igual forma, vale la pena aclarar que se trata de un padecimiento que no sólo abarca la alimentación sino también el estilo de vida. Por lo tanto, el sedentarismo que es tan habitual en la actualidad es uno de los factores que ha propiciado su aumento exponencial.
¿Cuál es la relación entre obesidad y salud mental?
Para algunos pueden parecer aspectos completamente diferentes entre sí pero no es del todo cierto. De acuerdo con la evidencia reportada existe un vínculo bidireccional y sumamente complejo entre la obesidad y la salud mental.
Al respecto, el Dr. Héctor Esquivias, jefe del Departamento de Educación Continua en el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz” (INPRFM), afirma que cuatro de cada 10 personas que tienen exceso de masa corporal también tienen síntomas depresivos o ansiosos.
“Diferentes estudios han reportado que iniciar con obesidad incrementa el riesgo de desarrollar problemas de salud mental como depresión en un 55%. De igual forma, padecer depresión incrementa el riesgo de obesidad en un 45%”.
¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional, como ha sido denominado en estudios recientes a un fenotipo de pacientes con obesidad, se diferencia de otros fenotipos (tipos de obesidades) en una fuerte influencia de factores emocionales y psicológicos que contribuyen a la compulsividad por el alimento.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2022), el 75.2% de las personas mayores de 20 años en México tienen sobrepeso u obesidad, con una prevalencia mayor en mujeres (76.8%) que en hombres (73.5%).
Este problema es especialmente crítico en adultos de 40 a 60 años, donde la prevalencia alcanza el 85%. Con esto, afecta a más de 50 millones de personas en el país.
La Federación Mundial de Obesidad define la obesidad como una enfermedad crónica, por lo anterior se requiere de tratamientos basados en la evidencia científica que sean eficaces y seguros a largo plazo.
¿La obesidad se puede prevenir?
La respuesta es sí aunque siempre hay muchas variables que influyen y no sólo se trata de comer menos y hacer ejercicio. Ambos aspectos son de utilidad pero además es necesario seguir las siguientes indicaciones.
- Reducir la ingesta de alimentos con alto contenido calórico, procedente de azúcares y grasas en exceso.
- Evitar consumir alimentos procesados y ultraprocesados.
- Aumentar el consumo de alimentos naturales como las frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos.
- Preferir el consumo de agua potable por encima de las bebidas que contienen azúcares, tales como jugos, refrescos, aguas saborizadas y lácteos con azúcar.
- Realizar diariamente entre 30 y 60 minutos de actividad física.
- Masticar adecuadamente los alimentos para absorber mejor los nutrientes durante la digestión.
- Dormir entre 7 y 8 horas diarias en condiciones adecuadas.
- Cuando se tiene un bebé, dar lactancia natural exclusiva desde el nacimiento hasta mínimo los seis meses de edad, para reducir el riesgo de sobrepeso y obesidad.
- Enseñar a las y los niños a comer de manera saludable, siguiendo los hábitos mencionados anteriormente.
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