Imagina que en un lectura casual te encuentras con el tema de tu agrado, aquél con el que más te identificas y en el que incluso te puedes considerar un experto, ya sea por tu formación profesional o por la pasión que le imprimes a dichos conceptos que, seguro, manejas a la perfección. Suena excelente, un espacio adecuado para profundizar más en tu constante actualización.
Conforme avanzas la lectura comienzas a ver detalles que ya conocías; pasas por el tratamiento y los dispositivos que revisaste en algún momento de tu vida hasta que llegas a las conclusiones y descubres algo: tu trabajo, y más aún, un invento que desarrollaste hace más de 30 años es lo que acaba de “descubrir” un equipo de científicos de una renombrada revista de medicina.
Bien, en ese contexto, el dentista español y especialista en medicina tropical, Isaías Armando Martínez, descubrió durante una afable lectura su centrifugadora casera para el análisis de sangre, diseñada para utilizarse hasta en los lugares más recónditos de nuestro planeta, gracias a que no necesita de electricidad para su funcionamiento.
Inspirado en el juego de para niños “run run”, que consiste en el movimiento de un disco cuando se tiran dos cordones que pasan por su centro, el doctor Martínez mostró su invento durante una presentación en un Congreso en Amberes en el año de 1989, hace casi 30 años, y no lo patentó, según él, para que su uso fuera de acceso universal.
Al respecto, Manu Prakash, uno de los principales responsables del artículo publicado por la revista especializada Nature Biomedical Enginnering, afirma que desconocía el trabajo del doctor Isaías Martínez y que su protótipo (el mismo concepto del profesor Martínez) ya había sido presentado en otros congresos y en otras publicaciones de libre acceso antes de ser llevada ante el reconocido grupo de investigación Nature.
En este sentido, y de acuerdo con algunas palabras que pueden ser rastreadas en un artículo publicado por el periódico El País, en ambos estudios hay análisis de velocidad, fuerza centrífuga y comprobación empírica para separar las fases de la sangre.
Yo personalmente pienso que en Stanford no estaban informados. Si han buscado probablemente lo hayan hecho en inglés. Por otra parte si un pelagatos como yo manda el invento a Nature, no hacen ni caso, pero si es la universidad de Stanford, entonces el invento es de mucha investigación y sabiduría. Pero yo lo había publicado antes y además lo he regalado a todo aquel que necesita usarlo. Sería feo que ellos lo patentaran como propio.
Para el investigador español, la primera impresión fue pensar en el plagio. Pero, después, con la cabeza más fría, está convencido que puede que en la Universidad no conocían el alcance de su investigación y que por eso coincidió el descubrimiento de este dispositivo.
Imagen: Bigstock