Las emociones son parte de nuestro diario vivir, de nuestra vida cotidiana. Y, durante un tiempo estuvieron fuera del mapa de la ciencia. Para quienes observaron el resurgimiento del interés por las emociones como objeto de estudio científico refieren que el proyecto de la modernidad suponía la racionalización de la vida. En este sentido, las emociones eran un freno de la razón1.
En el caso de la neurociencia de las emociones, la observación del fenómeno emocional está centrada en el organismo individual. Aunque todos confluyen en el estudio del cerebro para analizar cómo se produce la emoción, existen algunas diferencias en la localización cerebral y en la relación con el cuerpo propiamente dicho. Para los neurocientíficos en general, las emociones aparecen causadas por necesidades del organismo y detonadas internamente por acontecimientos externos. Aparecen como motivadoras para la acción y la movilización de recursos del individuo. Las emociones son fenómenos de sobrevivencia tanto del individuo como de la especie2. Resultando útiles para la subsistencia de la vida3.
Son muchas las emociones que podemos experimentar los seres humanos. Algunas han sido llamadas “emociones primarias”, como son el miedo, la ira, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el disgusto, emociones que van acompañadas de patrones de conducta tales como respuestas faciales, motoras, vocales, endocrinas y autonómicas, hasta cierto punto estereotipadas y que son reconocibles por encima de diferencias culturales y racionales en los seres humanos3.
Las “emociones secundarias” como la envidia, la culpa, la vergüenza, la calma, la depresión, entre otras muchas, tienen un componente cognitivo más alto y van siempre asociadas a las relaciones interpersonales. Unas y otras constituyen, sin duda, parte esencial de nuestra vida, a la que confieren carácter y color3.
Gracias a las aportaciones de científicos y neurólogos como Joseph E. LeDoux y Antonio Damasio, se ha aceptado considerar que la consciencia no es el único elemento que ocupa la mente o, dicho de otro modo, que el cerebro, cuya operación produce lo que llamamos el pensamiento consciente, es igualmente el origen de las emociones. Aunque a primera vista pueda parecer que, en el caso de la cognición, el soporte físico del cuerpo es irrelevante, mientras que resulta fundamental para las emociones, cada vez se acepta más la interpretación de que tanto en la emoción como en la cognición, tras los componentes conscientes subyacen e interaccionan toda una serie de mecanismos cerebrales no conscientes3.
A lo que llamamos “emoción” no se corresponde con un proceso cerebral separado e independiente, sino que es el resultado de múltiples mecanismos cerebrales que pueden ser distintos en emociones diferentes.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- Biess, Frank y Daniel M. Gross (2014). “Emotional Returns”. En Science and Emotions after 1945: A Transatlantic Experience, editado por F. Biess y D. Gross. Chicago: The University of Chicago Press.
- Damasio, Antonio (2018). The Strange Order of Things. Nueva York: Penguin Books.
- Carlos Belmonte Martínez. Emociones y Cerebro. VII Programa de Promoción de la Cultura Científica y Tecnológica [Internet]. R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp) Vol. 101, Nº. 1, pp 59-68, 2007 VII Programa de Promoción de la Cultura Científica y Tecnológica [citado 6 de agosto de 2021]. Disponible en: https://rac.es/ficheros/doc/00472.pdf
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