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Movimientos antivacunas, ¿una amenaza real para la salud en México?

Gracias a los movimientos antivacunas, la industria y la profesión médica global se enfrentan a uno de los riesgos más grandes de la historia reciente

Desde sus infames orígenes en 1998 (en la ahora retractada investigación de Andrew Wakefield que afirmaba una conexión entre la incidencia de autismo y la vacunación), los movimientos antivacunas se han vuelto una poderosa tendencia en Estados Unidos y Europa. Afortunadamente en México, por otro lado, el sector médico considera sus efectos casi inexistentes.

En febrero pasado, la Secretaría de Salud (SSa) señaló que los movimientos antivacunas no deberían de prosperar en el país, pues México cuenta con un programa de vacunación exitoso. Dicha opinión es compartida por la industria médica privada, pues según comentó un integrante de Grupo Ángeles a Saludiario, no existe un movimiento antivacunas verdaderamente fuerte en el país.

A pesar de lo anterior, los efectos y alcances de un eventual fortalecimiento del movimiento antivacunas en México no deben de ser subestimados, pues la situación del país no es muy distinta a la de otras naciones occidentales donde sí han logrado florecer. Si no se entiende completamente el razonamiento detrás de estos grupos, la forma en que podrían surgir a partir de las tendencias existentes y la labor de la comunidad médica para evitar su proliferación, entonces México podría enfrentar un reto de salud muy complejo en el mediano o largo plazo.

México, ecosistema favorable para la proliferación de los antivacunas

De acuerdo con el Dr. Peter Hotez, de la Escuela Nacional de Medicina en Houston, el acceso a internet ha hecho más vulnerable a la clase alta estadounidense ante la desinformación. Teniendo lo anterior en consideración, un círculo socioeconómico de tales características podría convertirse en el boleto de entrada de los movimientos antivacunas a América Latina.

Desafortunadamente fomentar el conocimiento de la labor médica en esta población no resulta fácil, pues ya se ha podido identificar una clara y creciente aversión global a la información fidedigna. En mayo pasado, RAND Corporation acuñó el término de truth decay para explicar el deterioro de la confianza del público en los datos verificables; incluyendo los descubrimientos y procedimientos médicos.

Si bien la investigación de RAND se enfoca al ámbito político estadounidense, se pueden encontrar similitudes entre las raíces del truth decay y los posibles orígenes de los movimientos antivacunas en México: sesgos cognitivos del ser humano, poca distinción entre opinión y hechos en medios tradicionales y digitales, así como carente educación enfocada al pensamiento crítico.

De hecho en América Latina ya se aprecian tendencias antivacunas tratando de penetrar en la región. El Ministerio de Salud de Brasil consiguió rastrear grupos de este movimiento en Facebook que, a finales de 2017, sumaban más de 13 mil seguidores. Por otro lado, en Uruguay, existen grupos activistas que consideran los casos de sarampión ”aislados” y no una muestra del resurgimiento de la epidemia.

Sin ir más lejos, en enero de este año, dos hombres originarios de Chiledefensores del movimiento antivacunas murieron tras contraer la fiebre amarilla en un viaje a Brasil. Pero en México, como aseguran orgullosamente el sector médico privado y la SSa, no existen grupos que defiendan vocalmente este tipo de filosofías.

Sin embargo, existen algunos grupos que, sin llegar a ser antivacunas, tienen opiniones muy similares sobre la eficacia de las campañas de vacunación en la prevención de enfermedades. En 2015 se formó una asociación de personas afectadas por la vacuna del Virus del Papiloma Humano (VPH). Aunque niegan ser antivacunas, quieren suspender la aplicación del tratamiento por presuntos efectos mortales.

Además de estos casos (contados) de movimientos establecidos, también hay múltiples blogs y páginas web administradas por gente de México que buscan “concientizar” a la población sobre los presuntos peligros de las vacunas. Algunos de ellos son incluso medios establecidos de carácter internacional con millones de seguidores en varios países de habla hispana.

Entre el rol de las plataformas de comunicación digital en la desinformación (accesibles ahora al 65.3 por ciento de la población, según el último estimado de Internet World Stats) y estos grupos y tendencias en el país con algunas ideas contrarias a la práctica médica, se corre el riesgo de desarrollar un movimiento antivacunas hecho y derecho dentro de México.

La responsabilidad del sector salud ante los movimientos antivacunas

Existen opiniones divididas acerca de cómo debería de abordarse el potencial problema de los antivacunas en México. José Arturo Martínez Orozco, infectólogo-internista, opina que la solución debería llegar a través de una cooperación entre la administración federal y los expertos de salud:

Necesitamos que el gobierno identifique bien los movimientos antivacunas para poder atacarlos con campañas de prevención e información […]. Generalmente estos proyectos se terminan cuando el médico le dan datos a sus pacientes y éstos confían en el doctor y sus prescripciones.

Por otro lado, la Dra. Sydney Greenawalt, del Instituto Nacional de Pediatría, afirma que lo más importante es ponerse en contacto con estos mismos grupos antivacunas y presentarles datos sobre la verdadera función y mecanismos de los tratamientos:

Tenemos un boom de lo orgánico, lo natural, pero [sus seguidores] no tienen fuentes fidedignas. Debemos de educarlos con evidencia, decirles que lean donde es correcto leer y explicarles cómo funcionan. Hay que concientizar a la gente sobre qué cosas cree y de dónde las obtiene.

Incluso la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene su propia forma de lidiar con los antivacunas. Su Oficina Regional en Europa recomienda a los profesionales de la salud jamás dirigirse a sus opositores, sino corregir la información falsa y buscar que los miembros indecisos del público reafirmen sus conocimientos y compromiso hacia la eficacia de las vacunas.

Tú también puedes limitar el efecto de los movimientos antivacunas. Participar en foros y conferencias públicas le brinda información de buena calidad a la población, mientras que un seguimiento puntual a tus pacientes (donde les expliques claramente cada prescripción y tratamiento) puede ayudar a eliminar concepciones erróneas en tu misma comunidad.

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