Muchos médicos logran triunfar dentro del complicado sistema de salud mexicano, algunos como médicos generales y otros como especialistas; a ellos, felicidades y enhorabuena. Por desgracia, a los que nos gusta estudiar el Sistema Nacional de Salud y el derecho médico, nos toca conocer no sólo los casos de éxito, también aquellos en los que el sistema atropella y lesiona los derechos del personal de salud. Las cimas en la práctica médica son inmensas, pero mayores son los abismos; los médicos despedidos por denunciar carencias, por exhibir corruptos, pasantes asesinados, internos abusados física y sexualmente en prácticas que rayan en la tortura. No soy pesimista, tenemos que hablar de estos temas, porque son más frecuentes de lo que algunos piensan. Cuando alguien me pregunta: ¿Cómo solucionarlo? La respuesta parece sencilla, pero su implementación es muy compleja: con democracia.
La democracia moderna no sólo es votar cada cuatro o seis años para elegir a nuestros gobernantes. También tiene que ver con repartir el poder, transparencia, rendición de cuentas y respeto a los derechos humanos.
Cuando alguien llega al poder es difícil que quiera compartirlo y, mucho menos, abandonarlo. Cuando se tiene poder la transparencia se ve como un peligro y la rendición de cuentas como una molestia. El poder sin límites también puede hacer que los derechos humanos se vean más como un obstáculo que como un elemento esencial del ser humano.
El modelo que queda cuando abandonamos la democracia es el autoritarismo (recordemos que puede existir el autoritarismo con votaciones). En nuestro sistema de salud estamos acostumbrados a las prácticas autoritarias. A las autoridades no les gusta ser transparentes o rendir cuenta, lo peor es que lo evitan y se salen con la suya. Un estudio publicado por Impunidad cero titulado Facturas falsas: la epidemia en el sector salud (marzo de 2020), nos muestra un desvío de casi 4 mil 200 millones de pesos por medio de facturas falsas en el sector salud en toda la República (2014 a 2019). Cada vez que falta algún insumo en un hospital o centro de salud dentro de nuestro sistema de salud está relacionado (directa o indirectamente) con la falta de democracia en nuestro sistema. ¿Quiénes pagan? Los pacientes. ¿De qué lado debería estar el personal de salud? En una democracia, con sus pacientes. En un régimen autoritario, con las autoridades. ¿En dónde vivimos nosotros? ¿Qué le pasa al médico que toma el lado del paciente?
El ejemplo del sistema social es muy claro: cuando un pasante entra a hacer su servicio social las autoridades de salud le dicen que se le está dando la oportunidad de tener un primer trabajo, que el pasante les debe agradecer que le den la oportunidad y no quejarse. Esto es claramente una actitud autoritaria. El servicio lo presta el pasante a la sociedad, las instituciones del estado son sólo el instrumento por el medio del cual se presta el servicio. No le están dando ninguna oportunidad a nadie, es un mandato legal, la ley obliga a las autoridades, no lo hacen por buena voluntad, es su obligación. En un país democrático, las instituciones deberían agradecer al pasante la ayuda que presta a la sociedad y garantizarle sus derechos, transparentar sus acciones y rendir cuentas a la sociedad. En la democracia, el gobierno sirve al pasante para que este atienda a la sociedad. En el régimen autoritario el pasante sirve al gobierno.
Todos decimos que aspiramos a la democracia, pero a muchos les es más cómodo vivir en un régimen autoritario. Para algunos no suena tan mal ser víctimas de maltratos y humillaciones por algunos años si existe la promesa de que algún día serán ellos los tiranos y no las víctimas. En una sociedad democrática la población está acostumbrada a la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto de los derechos humanos. Así, los que llegan al poder, lo ejercen siguiendo estos principios.
Por último, el problema del autoritarismo no es que no de resultados, sino a que costo. Es cierto que nuestro sistema capacita excelentes médicos, pero también tenemos que reconocer que genera grandes abusos, injusticias y desigualdades. Yo felicito a los médicos que logran sobresalir en este sistema tan difícil, pero tenemos que ver por aquellos médicos que no logran vivir dignamente de su profesión y no se sienten seguros o satisfechos ejerciéndola. El lugar del médico en una democracia es al lado del paciente, en un régimen autoritario, con la autoridad. ¿En dónde estamos nosotros?
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