Los “derechos del enfermo”; esta expresión fue acuñada en 3 importantes documentos aparecidos en 1967: La Carta de los Médicos de Hospitales de la Comunidad Económica Europea, la Carta Médico-Social de Nuremberg y la Declaración del Comité Permanente de los Médicos de la Comunidad Económica Europea.
Originalmente el enfoque de la relación médico-paciente fue concebido de arriba hacia abajo; sin embargo, con el paso del tiempo dicho enfoque se ha invertido como consecuencia de diferente factores, entre los cuales destacan:
- Mayor conciencia de los derechos de la persona en todos los ámbitos, así como un mayor énfasis en la libertad y dignidad del ser humano para asumir sus propias decisiones.
- Tener en cuenta que la práctica médica y hospitalaria estaba centrada en el médico y no en el paciente.
De tal modo, el paciente era frecuentemente despojado de su personalidad, debiendo jugar el papel de “el buen paciente” e incluso en algunos casos era reducido a un simple objeto. En este sentido, la figura del enfermo se encogía, mientras que la del médico se agigantaba, situación que propiciaba relaciones que iban desde lo paternalista hasta lo despótico.
Otros factores que también podrían añadirse son:
- La profesión médica, sin duda noble y altruista, fue poco a poco desacralizada, tal y como lo menciona el Dr. Pérez Valera, al tiempo que aparecieron los defectos inherentes de cualquier profesión (afán de lucro, incompetencia, abusos, falta de ética, trato impersonal, etc.).
- La socialización de la medicina hizo aparecer la relación médico-paciente desde la óptica del consumidor, y al surgir los derechos del consumidor, lo hicieron también, en el ámbito de la salud, los derechos del enfermo.
Frecuentemente (sin que sea casualidad) las quejas de los pacientes giran en torno a alguno de los factores anteriores, pues en muchas ocasiones el enfermo termina sintiéndose un número de historia clínica, careciendo de todo derecho que no sea el de ser tratado en su “órgano” enfermo. Con ello se pone en evidencia la funcionalidad del sistema de salud y los valores dominantes en nuestra sociedad actual.
La carta del enfermo usuario del hospital de la Comunidad Económica Europea señala que el enfermo no sólo tiene derechos, sino también obligaciones, como la de respetar los derechos de otros enfermos y colaborar con el personal de salud, respetando además sus convicciones religiosas y filosóficas. Cada enfermo vive “su enfermedad” y, en consecuencia, cualquier generalización podría representar un daño a su individualidad y dañar su dignidad personal.
Las reglamentaciones son útiles y necesarios, sin embargo, todavía da la impresión de que falta mucho para lograr una verdadera humanización del hospital, que vaya más allá de simples normas y reglas, pues el trato afable y humano, aparentemente, no puede ser reglamentado, al menos no del todo.
El enfermo debe ser considerado como el centro del hospital, comprendiendo mejor las exigencias de su dignidad y los aspectos psicológicos del enfermo postrado en cama.
Lo anterior es tarea de todos, pues ninguna intervención en materia de salud puede tener éxito si no cuenta con la colaboración activa de toda la población, pues la participación puede conducir a la concientización de los individuos y la comunidad sobre factores psicosociales, políticos y ambientales que ejercen su influencia sobre el proceso salud-enfermedad.