A más de 100 días del nuevo gobierno, existen muchas promesas que se han realizado. Una de las más grandes y arriesgadas afirma que México tendrá un sistema de salud al estilo nórdico. No sólo se trata de un reto de grandes dimensiones sino que se planteó que en tres años se lograría. Pero cuando se analiza el presente, nacen demasiadas dudas acerca de si realmente se logrará el objetivo.
La realidad de la salud mexicana
Como ejemplo se puede mencionar al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Durante la presente semana se evidenció la crisis financiera por la que atraviesa. A decir de sus funcionarios, sólo se garantiza su funcionamiento hasta julio. Después existen severas dudas sobre su futuro.
En el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), aunque la situación no es tan dramática, tampoco es esperanzadora. Sus empleados denuncian que son sometidos a interminables jornadas de trabajo. Debido a la saturación de las clínicas, deben atender a pacientes sin parar, aunque al final ambas partes sales dañadas. Los pacientes se quejan de las largas filas de espera y los médicos quedan predispuestos al estrés laboral.
Círculo vicioso
Todo esto muestra el panorama actual de la salud pública mexicana. La mayoría de las unidades presentan equipo viejo y obsoleto. A su vez, mientras existen médicos y enfermeras desempleados, las instituciones no los quieren contratar por falta de presupuesto. Al final se produce un círculo vicioso que no tiene final y tampoco parece tener solución.
Si bien, la promesa inicial del sistema de salud al estilo nórdico es bastante atractiva, también se debe ser realista. Para lograr mejorar se debe hacerlo de forma paulatina y no prometer cambios radicales en cortos períodos de tiempo. Por lo pronto, lo urgente es ofrecer estabilidad a las instituciones de salud pública y mejorar las condiciones de trabajo de los empleados. Posteriormente es cuando se puede pensar en incrementar la cobertura sanitaria.