En las culturas primitivas y arcaicas la figura del médico se confundía con la del chamán o sacerdote, y muchas veces con la del gobernante y el juez, considerado el único especialista. Éste es el origen remoto de la profesión médica: un personaje privilegiado, respetado, poderoso e impune ante la ley común, ya que él mismo era, en el fondo, la Ley.
En el siglo diecinueve, los médicos se integran a la clase burguesa y asumen los valores tradicionales de la profesión. La relación con el paciente se ve influenciada a un monopolio de la alta misión y sumisión del paciente, regido por códigos de ética profesional, obligado a respetar el secreto médico y cobrando por su actuación unos honorarios que él mismo fija libremente.
Para realizar el diagnóstico de las enfermedades, un médico de principios del siglo XX contaba con un elemento fundamental: la entrevista con el paciente. Esta peculiar relación en que el paciente confiaba al médico sus males y sus temores y él trataba de conocer la enfermedad al valorar los síntomas que aquel le relataba, generaba una comprensión de la enfermedad que el médico completaba con un acucioso procedimiento de exploración física del paciente, que se centraba principalmente en la región del organismo que parecía afectada por la enfermedad, pero que no se limitaba a ella. Se decía, y con razón, que el buen médico era el que dedicaba más tiempo a conocer sobre las molestias relatadas por el paciente y el que le exploraba más ampliamente.
El médico de principios de siglo contaba con un número limitado de análisis de laboratorio y estudios radiológicos sencillos para utilizarlos como auxiliares al establecer diagnóstico. En la actualidad los recursos de diagnóstico han aumentado considerablemente. Los exámenes de laboratorio con que hoy se pueden explorar constantes químicas, hormonales, celulares del organismo, se cuentan por cientos; con todos estos métodos se aumentan las posibilidades de diagnóstico en tiempo récord. Todos estos avances, apenas esbozados, son tan grandes y complejos que han acelerado los resultados1.
Dos miradas frente al tema; La primera se refiere al avance de una medicina organizada para el tratamiento individual de los pacientes, hacia una medicina social, que intenta organizarla en beneficio de la colectividad. Y la segunda es el paradigma de la medicina como profesión humanística y de beneficio social, que durante siglos se ha encaminado sólo a tratar de beneficiar al paciente, a una medicina concebida como una industria.
En esta relación médico-paciente aumentó la esperanza de vida promedio, de manera que, muchos pacientes siguen tratamientos que deben efectuarse de por vida; bajo el interés de obtener enormes ganancias, han propiciado el surgimiento de medicamentos y otros recursos para la atención de la salud que ocasionan costos elevados llegando a tratamientos que no curan, pero mantienen vivo al paciente, sin embargo, en muchos casos prolongan una vida con poca calidad y sólo retrasan la muerte.
Los extraordinarios avances de la biotecnología médica se abren de este modo en un horizonte deshumanizado e impersonal, con lo que se afecta de manera dramática la relación médico-paciente. El profundo sentido de humanidad que caracterizaba la antigua práctica médica, integradora y totalizante, interpela a la práctica médica contemporánea reclamándole un enfoque centrado en lo antropológico.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- Octavio Rivero Serrano LAM. La medicina actual. Los grandes avances y los cambios de paradigma. SCIELO REVISTA DE LA FACULTAD DE MEDICINA [Internet]. abril de 2011;54(2). Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0026-17422011000200004
- Lázaro DG. La relación médico-enfermo a través de la historia. SCIELO Anales del Sistema Sanitario de Navarra [Internet]. 2006;29(3). Disponible en: https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1137-66272006000600002