Dedicarse profesionalmente a las ciencias es algo que siempre me pareció en extremo complicado y a lo largo de mi gestión como editor en jefe de este sitio web he llegado a valorar más la labor de los médicos, quienes se desempeñan en una de las ciencias más inexactas del planeta y donde un pequeño error de cálculo puede representar la diferencia entre la vida o la muerte y sin segundas oportunidades.
En el último año he leído infinidad de casos clínicos que van de lo fantástico, pasando por lo increíble y llegando a lo aterrador. Entre dichos casos se encuentra el de Jasmin Floyd, una chica estadounidense de 23 años que padece de fibrodisplasia osificante progresiva (OFP), enfermedad que eventualmente terminará por dejarla completamente inmóvil como consecuencia de la osificación de sus músculo, tendones, ligamentos y demás tejido conectivo.
Si bien el OFP suena por si solo como una enfermedad sacada de las peores pesadillas de Howard Philip Lovecraft o Edgar Allan Poe, lo que verdaderamente me sorprende en el caso de Jasmin es que la enfermedad no le fue diagnosticada sino hasta 1999, 6 años después de su nacimiento y poco más de 5 desde que comenzó a mostrar síntomas de la misma.
Según relata RoJeanne Doege, madre de Jasmin, desde el nacimiento de su hija detectó una pequeña protuberancia del tamaño de un chícharo en el pie, misma que fue desestimada por su pediatra. Tras 9 meses la mujer detectó una serie de masas en el cráneo y columna vertebral de su hija para las cuales el pediatra generó varias hipótesis… ninguna de ellas acertada; sin embargo, debido a que la niña no mostraba mayores problemas se dejó pasar.
No fue sino hasta 1998 cuando un dolor en el cuello y posterior parálisis del mismo llevó a RoJeanne a buscar respuestas de nueva cuenta con diversos especialistas, quienes diagnosticaron a Jasmin con escoliosis, lyme, cáncer e incluso una simple tortícolis. Finalmente en enero de 1999 un doctor atinó el diagnóstico, fibrodisplasia osificante progresiva.
Seguramente el tiempo de angustia e incertidumbre que Jasmin y su madre experimentaron les llevó a tachar a muchos de los médicos que la trataron de ignorantes; sin embargo, sería demasiado injusto calificar la labor de dichos médicos por su incapacidad para diagnosticar una enfermedad de la cual existen apenas 800 casos documentados alrededor del mundo, por el contrario habría que felicitar al médico al cual se le ocurrió dicho diagnóstico pese a la tasa de incidencia. Es decir, ¿cuántos de ustedes hubieran pensado en FOP como el primer diagnóstico para “rigidez en el cuello”? o por el contrario ¿cuántos se hubieran echado el paquete de diagnosticar una enfermedad tan terrible y que al final el diagnóstico hubiera estado equivocado?
Ojalá el mundo de la medicina y el diagnóstico médico fuera tan sencillo como parecía en Dr. House, especialmente cuando es un familiar o nosotros mismos quienes nos encontramos en la mesa de examinación. Desafortunadamente la medicina no es una ciencia exacta y como pacientes no nos queda sino confiar en los conocimientos de nuestro médico tratante… a quien ocasionalmente no le vendría mal pensar “fuera de la caja”.