Al revisar los diversos currículos que se dan en las universidades e instituciones educativas del país, encontramos una educación fundamentada en valores éticos, morales, sociales e incluso filosóficos, pero a pesar de esto, carentes de valores de solidaridad como la empatía, la generosidad y sentido de justicia, prestar ayuda, sentir alegría por el éxito de los demás, tristezas frente a las penas ajenas.
Para educar en la solidaridad, se debe volver protagonista a los individuos que deben olvidarse de sí mismo para ayudar a los demás realizando obras de servicio; ponerle en contacto con el dolor y la enfermedad; mostrarle que hay otras personas que tienen las necesidades básicas sin cubrir o que pasan por situaciones difíciles, hacerles ver que deben prepararse para ayudar en la construcción de un mundo a la medida de la dignidad de todas las personas que lo habitamos.
Los colombianos debemos ser educados desde nuestros hogares y escuelas bajo los valores de solidaridad para que todas las situaciones de conflictos puedan ser sanadas, además de tener y generar una cultura de donación de órganos.
Colombia presenta uno de los índices más bajos de donación de órganos a nivel mundial, ocupando el puesto número 20 en la escala de donantes fallecidos. Un estudio cualitativo evidenció que, a pesar de que los colombianos tienen una actitud positiva frente a la donación de órganos, aún poseen ciertas creencias que les generan inseguridad a la hora de tomar la decisión.
Entre los principales mitos y creencias falsas de los colombianos sobre la donación y el trasplante de órganos en el país está:
La creencia del donante que para poder donar sus órganos debe registrarse como tal. Pero, la donación de órganos tuvo un nuevo giro con la Ley 1805 que entró en vigor en febrero de 2017, la cual convierte a todos los colombianos, que en vida no hayan expresado por escrito su negativa, en donantes de órganos y tejidos.
El imaginario de que ser donante convierte al oferente en un blanco fácil para el tráfico de órganos, esto no es cierto, todo el proceso de donación y trasplantes es supervisado por entidades estatales como el Ministerio de Salud y Protección Social.
Muchas personas piensen que la religión prohíbe la donación de órganos, muchas religiones del mundo están a favor de la donación y trasplante de órganos; algunas de ellas consideran que es una decisión personal y que es un acto de ayuda, generosidad y solidaridad hacia otro ser humano.
Los donantes quedan incompletos o desfigurados después del procedimiento, esto es falso. Los forenses están entrenados para realizarlas con el mayor cuidado, para que el cuerpo de un donante no presente cambios y conserve su estética corporal.
El nivel socioeconómico determina la prioridad para decidir las personas que serán trasplantadas, también es errónea. La lista de espera se organiza teniendo en cuenta la compatibilidad del donante y el paciente, y la urgencia con la que se necesita practicar el procedimiento.
Tenemos muchas barreras en la cultura de donación en el país, es necesario brindar información de calidad a la población para eliminar creencias. Es fundamental que todos los colombianos y actores del sector salud unamos esfuerzos para fomentar una donación de órganos informada y consciente que beneficie la vida de muchos pacientes colombianos.[1]
[1] (Bonilla, 2018)