La salud en un concepto amplio abarca casi todas las áreas del entorno de las personas: comportamiento, ocupación, sociedad, intereses y en el que se involucran tanto lo físico como lo mental.
La salud, es un campo en el que todos y cada uno de los seres humanos, individuales y agrupados tenemos un grado de compromiso, para mantenerla y cuidarla. Por lo que en este concepto no deben involucrarse enfoques tan distorsionados como la discriminación.[1]
La medicina ha sido vista en Colombia como una profesión masculina, las convencionalidades de roles y estereotipos de género, impuestos por la sociedad colombiana, que atribuía a los hombres esta función, y peor aún, le confería una mayor credibilidad al diagnóstico realizado por “ellos” más que al elaborado y dictado por “ellas”.
En el campo de la medicina, la incursión femenina no fue vista con buenos ojos por los “hombres” que la veían como una invasión a su ámbito profesional, por allá en los años 30, cuando fue aprobada por gobiernos liberales, que les permitió a las mujeres administrar sus propios bienes e ingresar a la universidad en igualdad de condiciones.
Para las mujeres, profesionales de la salud, ha sido un reto siempre, imponer su profesionalismo e idoneidad por encima de la discriminación que algunos desean anteponer. En el ámbito cultural en Colombia, se impone con gran fuerza una sociedad patriarcal que ve a la mujer de forma inferior a la figura masculina, dando lugar al surgimiento de un “micro machismo” que toma fuerza y sentido en las relaciones cotidianas y la interacción diaria.
En lo que respecta al diagnóstico, que se deriva del conocimiento y de la lectura de ayudas diagnósticas, que deben ser asumidos con respeto para darle continuidad al tratamiento y manejo de la condición de salud de los pacientes. Y que, para nada un diagnóstico se debe a las facultades que se puedan otorgar a alguien por ser “mujer” o por ser “hombre”, y tampoco están basados en el género de nuestros médicos, que al parecer tiene un impacto mucho mayor del que pensábamos, debido a las diferencias significativas en las que los hombres y las mujeres ejercen la medicina.
Las mujeres pasan más tiempo en consulta escuchando y siendo más empíricas y empáticas con los pacientes, haciendo mayor el tiempo de la consulta y que al final del día se verán reflejados en unas horas adicionales en comparación con las de sus colegas hombres, teniendo entre los pacientes un mayor porcentaje de gratificación y reconocimiento, porque han encontrado respuesta a sus dolencias y diagnósticos acertados, y que contribuyen disminuir en la sociedad los conceptos machistas y a ver con buenos ojos la ardua labor que con amor y compromiso ejercen las mujeres.
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