Existir para cada uno de nosotros implica un contrato adquirido con el entorno, “Me cuidas, yo te cuido, me destruyes, yo te destruyo” y pareciera que se ejecutará bajo la luz de la tercera ley de Newton en toda su dimensión, es el efecto de acción y reacción; es sólo cuestión de tiempo para que el contrato de vida adquirido sea ejecutable. Es importante destacar que este impacto puede ser negativo o positivo. El impacto ambiental negativo (contaminación) es causado por la modificación de la naturaleza de manera que se ven afectados los bienes y servicios, tales como el agua, la captación hídrica, protección del suelo, soporte para la biodiversidad, belleza escénica, entre otros servicios ecosistémicos.
La contaminación está relacionada con las actividades humanas y esto, a su vez, repercute en la salud, afecta a todos los seres vivos del planeta teniendo su principal consecuencia en la calidad del aire porque altera las defensas inmunitarias, la capacidad reactiva celular y humoral del organismo. En los seres humanos el impacto va más allá con riesgo de cáncer, infertilidad, patologías neurológicas, procesos alérgicos, enfermedades autoinmunes, ansiedad o depresión. La mala calidad del aire respirado ocasiona miles de muertes prematuras cada año, especialmente en niños, adolescentes y mayores de 60 años. En el caso de las enfermedades respiratorias, el asma es mucho más frecuente en niños que viven en ambientes contaminados y en personas mayores aumenta la incidencia de EPOC, enfermedades cardíacas y arteriosclerosis. Además, los niños con un sistema inmunológico en pleno desarrollo son más susceptibles a sufrir alergias respiratorias, igual que las personas de edad avanzada, con otras enfermedades asociadas y los sistemas de defensa más debilitados.
Respecto a las mujeres embarazadas expuestas a altos niveles de contaminación ambiental, tienen más posibilidades de tener hijos con bajo peso al nacer. Y es que, diversos estudios internacionales concluyen que el número de niños con menos de 2.5 kilogramos al nacer es mayor en los lugares más contaminados, lo que incluye consecuencias graves para su salud, con aumento de enfermedades y de mortalidad perinatal. Además de hipertensión gestacional, elevando el riesgo de cesáreas y de parto prematuro en mujeres que viven en zonas de alta contaminación del aire.[1]
La inhalación de contaminantes, sobre todo partículas finas, representan un aumento de riesgo de defunción prematura. La experiencia demuestra que son más dañinos los efectos a largo plazo, que aquellos que son a corto plazo. Pueden reducir la esperanza de vida y la morbilidad crónica.
Las partículas en suspensión en el aire que más afecta a las personas, tiene entre sus principales componentes sulfato, nitrato, amoniaco, cloruro sódico, carbón, polvo de minerales y agua. Estas constituyen una complicada mezcla de partículas líquidas y sólidas de sustancias orgánicas e inorgánicas suspendidas en el aire. Los efectos directos sobre la salud, aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, incluso cáncer de pulmón.
Colombia, consciente del desafío de esta problemática, ha decidido vincularse a la campaña mundial “Respira la vida” de la Organización Mundial de la Salud y la Coalición del Clima y Aire Limpio para la reducción de contaminantes climáticos de vida corta, con el propósito de crear estrategias para fortalecer el monitoreo de la calidad de aire y la generación de información para mantener enterada a la población, así como empoderar a los individuos sobre los efectos de la calidad de aire en la salud y en las soluciones que, como ciudadanos podemos aportar a la solución de la problemática.[2]
[1] (Univesasl, 2016)
[2] (Minambiente, s.f.)
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