Mucho se habla de la discriminación que padece la comunidad LGBT+ en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, incluidos los centros de salud. Pero poco se habla de la segregación que sufren los profesionales, por parte de los pacientes que se niegan a ser atendidos al no compartir la orientación sexual de su médico tratante.
Tampoco se ventila el acoso laboral que sufren por parte de otros profesionales, ni la presión profesional de la que son objeto ante la duda constante respecto a su formación y capacidades técnicas. En este contexto, es frecuente que las personas LGBTI+ mantengan en secreto su identidad sexual en sus entornos laborales para evitar la discriminación.
De hecho, la mayoría de instituciones de salud carecen de políticas de inclusión que protejan a los médicos y enfermeros miembros de la comunidad LGBTI+ de los abusos de superiores, compañeros y pacientes. A pesar de que, desde hace algunos años el Gobierno ecuatoriano ha promovido leyes de amparo para las personas LGBTI+, los patrones culturales cambian a un ritmo más lento que las legislaciones.
En general, existe una opinión negativa de los miembros de la comunidad LGBTI+ que está arraigada en las creencias populares. La misma se deriva de los tiempos en los cuales se consideraba que salir de la heteronormatividad era una actitud aberrante o una enfermedad. Y se agudizó debido al alto índice de HIV en personas LGBTI+ durante la década de los 90 en Ecuador.
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Desde hace algunos años, la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Psiquiátrica Americana dejaron de considerar el cambio de la orientación sexual y la identidad de género, como enfermedades mentales. Sin embargo, el estigma y el prejuicio que acompañaron a estas condiciones persisten en la sociedad actual.
La situación se hace aún más crítica en las minorías existentes dentro de la misma comunidad, como ocurre en el caso de las personas transgénero. Ya que, a diferencia de otros grupos de la comunidad, no pueden ocultar su identidad de género. Por lo tanto, son objeto de constantes burlas, vejaciones y discriminación, especialmente por parte de familiares y pacientes que se niegan a ser atendidos.
Otro problema grave que enfrentan los profesionales LGBTI+, es la poca visibilidad y resonancia que tienen estas situaciones, aún dentro la misma comunidad. Existe muy poca literatura respecto a la inclusión de trabajadores LGBTI+ en los centros de salud. Ya que, todos los esfuerzos están destinados a disminuir la discriminación por parte de los prestadores de servicio hacia los pacientes LGBTI+.
Para cambiar esta realidad, es necesario realizar campañas más exhaustivas que eduquen a la población general para aceptar la diversidad en todos los ámbitos de la vida cotidiana. La mayoría de las personas no son conscientes de sus propios prejuicios hasta que se enfrentan a una situación de vulnerabilidad donde su vida está en manos de una persona LGBTI+.
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