Para el correcto desarrollo de cualquier país, la inversión en el rubro de salud debe ser una de las prioridades. En ese sentido, el actual gobierno ha expresado su interés en ofrecer un cambio con respecto a sus antecesores. El compromiso es tan grande que inclusive se ha asegurado que en tres años México tendrá un sistema de salud al estilo nórdico.
Pero la realidad ha sido bastante diferente durante los poco más de cinco meses del actual sexenio. El ejemplo más claro se puede apreciar en la inversión física realizada por el IMSS e ISSSTE. Ambos representan la base de la salud pública y cuentan con cerca de 90 millones de derechohabientes.
Nulo interés en inversión
Durante el primer trimestre de 2019 el IMSS registró un gasto en inversión física de 151.6 millones de pesos. Eso significa una reducción de 80.5 por ciento con respecto al mismo período del año anterior. Por su parte, en el ISSSTE fue de 31.2 millones de pesos, lo que representa una disminución de 90.7 por ciento.
En este caso, el gasto en inversión física es el que se destina a la construcción de hospitales y clínicas, así como ampliaciones y compra de equipo médico. Con esto en mente, es notorio que no ha existido interés por mejorar la infraestructura sanitaria en el país.
Por otra parte, algunos analistas señalan que este fenómeno es natural y entendible. Lo que exponen es que cuando se presenta un cambio de gobierno siempre existen fenómenos similares. El motivo es porque se cortan muchos proyectos del pasado o simplemente no se les dan continuidad.
Pero lo que sí es una realidad es que tanto el IMSS como el ISSSTE atraviesan por momentos complicados. En ambos casos se registran más gastos que ingresos. De la misma manera, su presupuesto luce insuficiente para continuar con sus operaciones y se teme que en cualquier momento puedan colapsar.