Las enfermedades mentales son una realidad que ha cobrado la vida de cerca de 350 mil personas durante el año 2013, de acuerdo con una evaluación elaborada por los especialistas de la agencia digital Statista, únicamente entre las naciones que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Dicha cifra revela la importancia de establecer mecanismos a través de los cuales se puede garantizar un tratamiento relacionado con:
- Las enfermedades mentales; y/o
- Los trastornos de la conducta.
En esta línea discursiva, Estados Unidos es el país con el mayor número de decesos originados por esta causa, con un registro de más de 156 mil muertes al año; diametralmente distanciado del segundo lugar Reino Unido.
La genética no es determinante en este rubro
En este contexto, la doctora Henriette Raventós Vorst, médico genetista e investigadora de la Universidad de Costa Rica (UCR) reconoce que salvo algunos casos, muy pocos, los factores genéticos no son suficientes para que se presente una alteración patológica a nivel mental.
Con la excepción de muy pocos trastornos mentales causados por lo que llamamos genes de efecto mayor (por ejemplo, algunas formas raras de demencia familiar), los factores genéticos no son suficientes para que se presente una alteración de este tipo. Ellos (los genes) no actúan solos, como si estuvieran en una caja al vacío.
100 variantes de efecto menor
Sobre esta línea, la doctora hizo especial énfasis en recordar a los profesionales de la salud de primer contacto e incluso para los recién egresados que en la actualidad la investigación científica (que va de la mano de la Medicina) ha encontrado un acumulado de poco más de 100 variantes genéticas denominadas de efecto menor, que al sufrir una combinación con:
- Otras variantes genéticas; y,
- Factores ambientales de riesgo.
Se contribuye sustancialmente al desarrollo de la enfermedad.
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