El concepto “Envejecimiento Activo” lo propuso la OMS a finales de los años 90 para sustituir el concepto de “envejecimiento saludable”. Lo definió como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”[1]
Dar significancia real a nuestras vidas a medida que envejecemos es verdaderamente fundamental para sentirnos plenos en el momento donde creemos que no somos tan ágiles para las actividades rutinarias, aplicable a cualquier estado de salud y nivel de autonomía a las cuales estaríamos siempre acostumbrados, o en la etapa que coincide con la jubilación y el retiro, facilitando la disponibilidad de tiempo para asistir y participar en procesos educativos y de enseñanza de cómo envejecer de la mejor manera, generandonos bienestar personal y al entorno. Los sistemas de Salud y políticas gubernamentales están llamados a promover perspectivas de vida, con verdadera promoción de la salud mental y física, prevención de enfermedades y el acceso equitativo a un sistema de salud eficaz; además de educar a la población a enseñarle a envejecer con dignidad y calidad de vida.
El proceso de envejecimiento se asocia a cambios biológicos, psicológicos y sociales, muchos generados por habilidades de letargo y adaptación al entorno. Después de los 60 años sobrevienen grandes cargas de discapacidad y muerte, propiamente por los cambios de la vejez, pero sobre todo por la presencia de una elevada prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT). Para disminuir estos riesgos en general es fundamental que el paciente cambie su estilo de vida poco saludable por conductas sanas, especialmente aumentando su actividad física y mejorando sus hábitos alimentarios.[2]
La educación para la salud en la vejez es importante como estrategia fundamental de la medicina preventiva. Sin embargo, es poco conocida su eficacia para disminuir los factores de riesgo y complicaciones asociadas a las ECNT, esto se lograría con procesos de enseñanza-aprendizaje, promoción de autonomía y fomento de las relaciones sociales, elementos imprescindibles de un envejecimiento exitoso.
Son estrategias de prevención y actividades de bienestar para un envejecimiento activo:
- Sesiones grupales y una entrevista motivacional individual mensual.
- Proceso de comunicación intrapersonal, sesiones informativas grupales y evaluación antes y después.
- Sesiones individuales con retroalimentación, establecimiento de metas e individualización del tratamiento junto con el paciente.
- Sesiones informativas grupales con técnica de educación participativa mediante un proceso de reflexión-acción (teorización y dinámicas grupales).
También se deben desarrollar dimensiones como la promoción de una alimentación adecuada, combatir el sedentarismo, tratamiento de la obesidad y el síndrome metabólico, empleo, actividad y participación social, modo de vida autónomo, independiente, seguro y capacidad para un envejecimiento saludable.
A nivel personal también se debe mantener hábitos de vida saludable, hacer ejercicio supervisados por personal experto, permanecer en contacto con la naturaleza, mantener buenas relaciones familiares y sociales, desarrollar una ocupación, es decir, participar en actividades, apuntarse a un taller, desarrollar una habilidad en casa… cualquier ocupación es beneficiosa para llevar un envejecimiento activo y porque no, digno y hermoso.
[1] (OMS, 2002)
[2] (DÍAZ-RAMOS, 2016)
RB-M-21969
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