El bienestar emocional de los niños y adolescentes es una preocupación creciente en nuestra sociedad. Los padres y el entorno más cercano desempeñan un papel crucial en el apoyo y escucha necesarios para que los menores con malestar psicológico no sientan culpabilidad que podría impedirles exteriorizar su malestar y complicar las posibilidades de ayuda y terapia.
Con esto en mente, en Saludiario hablamos con la doctora Ana Isabel Sanz, quien es psiquiatra y psicoterapeuta del Instituto Ipsias especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia, para conocer cómo los padres y madres pueden abordar la situación con sensibilidad y comprensión.
Cuando un joven enfrenta problemas de salud mental, como ansiedad, depresión o estrés, es fundamental que los padres sepan escucharlo. Uno de los mayores desafíos que enfrentan las familias en estas circunstancias es evitar que el menor se sienta culpable por su malestar psicológico.
¿Qué puede hacer un padre o una madre cuando percibe que a su hijo le sucede algo pero no lo cuenta?
Para ayudar al menor de la mejor manera, según explica la doctora Sanz, es conveniente que los padres se acerquen “sin agobiar con interrogatorios. Más que preguntar, lo ideal es interesarse por su día a día, observar si hay alguna conducta que ha cambiado, si se aísla”.
Cuando se establezcan momentos de confianza o mayor acercamiento a través de actividades compartidas, apunta la doctora, es cuando se puede abordar directamente la cuestión que nos preocupa a través de preguntas directas.
El acercamiento puede ser más difícil cuando el menor está ya en una edad adolescente, ya que los niños tienden a hablar menos de forma directa pero conservan una actitud más próxima a los progenitores. Cuando son adolescentes pueden requerir más tiempo de aproximación, más paciencia, y que haya en ellos una tendencia a recurrir a información procedente de amigos, que no siempre será beneficiosa para su salud mental.
Los hijos pueden percibir que su malestar psicológico es fuente de incapacidad y fracaso, y por ello sentirse culpables
La doctora Sanz, directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias y del departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia Plaza de Madrid, dedicado a la atención integral a las necesidades psíquicas y psicopedagógicas en la infancia, aclara que es el hecho de que los menores entiendan su malestar psicológico como un fracaso o una incapacidad lo que provoca en ellos un sentimiento de culpabilidad.
Al sentirse deprimidos, tristes o ansiosos, los jóvenes pueden culparse por ello y aislarse más. Pero también al hablar de su malestar psicológico, las reacciones equivocadas de los padres pueden provocar o agravar esa percepción y autoinculpación.
“Los padres, en su acercamiento, pueden contribuir a desmontar esa falsa percepción, dando por válidos los sentimientos de malestar, mostrando que ellos mismos también los experimentan a veces y que forman parte inevitable de la vida, y explicando a los hijos que incluso esos sentimientos no son “malos” sino una fuente de aprendizaje”, recomienda la doctora.
Si la culpabilidad se impone, puede conducir a aislamiento y autolesiones
En cambio, si la culpabilidad se impone, el menor tenderá a aislarse y ello puede favorecer las vivencias de que no hay salida, lo que conduce a la depresión e incluso a situaciones en las que pueda hacerse daño de diversas formas, como autolesiones o alteraciones de la alimentación.
“El ocultamiento de sus preocupaciones es la primera barrera que dificulta el acercamiento a una figura de ayuda y, consiguientemente, a un tratamiento. Una conversación en la que se aborde directamente lo irracional de esa culpabilidad es el primer paso para establecer un vínculo de confianza y lograr un tratamiento exitoso”, explica la psiquiatra Ana Isabel Sanz.
La doctora encuentra de forma habitual en consulta que los menores no quieren preocupar a sus familiares “o a veces perciben en su entorno que no es popular sentirse infeliz, reciben mensajes sutiles de que “lo tienen todo”, que “deberían valorar lo que tienen”, y que no tienen motivos para el sufrimiento. Eso provoca que caigan en creer que su malestar es producto de un fracaso o debilidad personal, y que busquen respuestas fuera de su casa para no molestar, pudiendo acudir a vías más anónimas y peligrosas, como las redes sociales”.
No siempre depende de la actitud de los padres, pero el ambiente puede ser determinante
Que un menor sienta que no puede salir de su malestar psicológico no siempre depende de la actitud de los padres o del entorno más cercano. Según aclara la doctora Sanz, “el menor tiene su propia personalidad y conflictos a la hora de confiarse a los demás y en el momento de valorar por qué se siente mal”.
Aunque, apunta la psiquiatra, “sí que es cierto que en ocasiones recibe en su entorno más cercano mensajes sutiles, no siempre verbales, de que no hay tiempo para escuchar nada relacionado con la preocupación y la tristeza. El ambiente que le rodea puede ser poco favorable a hablar de sentimientos y de problemas. Los adultos en sus propias conversaciones constituyen un modelo fundamental para lo que interioriza el menor en su día a día”.
En este sentido, si los niños y adolescentes que están pasando por un mal momento ven que los adultos más cercanos a ellos “se abren, comentan sus preocupaciones, se apoyan y escuchan, estarán recibiendo modelos que les animan a confiar en otros”.
No obstante, es cierto que existen menores con dificultades para comunicarse y confiar, y que requieren un esfuerzo especial para tender puentes que permitan acercarse a su intimidad. Pero la psiquiatra especializada insiste en concluir que “incluso cuando esto es así creo que es una obligación de adultos y profesionales en particular no cejar en el esfuerzo de tratar de construir vías de comunicación, aunque lleve un tiempo largo. No hay que olvidar que en ocasiones el menor carece incluso de herramientas para comunicar su estado interno y hay que ayudarle a desarrollar ese lenguaje emocional que le falta”.
Los pasos para identificar qué le sucede a un menor con malestar psicológico
Inicialmente, al iniciar una terapia suele dedicarse un tiempo más o menos largo para identificar qué motivos de preocupación reconoce el menor, y no solo aquellos que preocupan a los mayores, así lo señala la doctora Sanz:
“A veces hay que dedicar un período largo para acercarse a cuestiones aparentemente tangenciales: intereses, aficiones, música, videojuegos, preferencias de lectura, etc. Al tener conversaciones con los menores, se identifican aspectos que pueden ser problemáticos o causar pudor o angustia. Cuando van surgiendo estos aspectos se puede ir entrando lentamente en lo que suponen para el menor y tratar de ofrecer respuestas alternativas para hacerles frente con mayor confianza”.
Ante todo, aclara la experta, es importante respetar el ritmo del menor sin que se sienta juzgado, no entendido o tratado como inferior o infantil, vago, quejica…y demás descalificativos que despiertan el sentimiento de culpabilidad.
La culpabilidad que pueda sentir un niño o adolescente no solo puede llevarle a ocultar sus emociones, sino que también puede dificultar la identificación y el tratamiento temprano de estos problemas.
Es esencial que los padres creen un entorno de apoyo donde los hijos se sientan seguros para hablar abiertamente sobre sus emociones, sin temor a ser juzgados o a creer que están causando problemas en la familia.
Además, el entorno cercano, como amigos y familiares, también juega un papel clave en la prevención de este sentimiento de culpabilidad, ofreciendo una red de apoyo sólida y sin prejuicios.
También lee: