Según la percepción de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) el sistema de servicios de salud en nuestro país es, en el mejor de los casos, “inequitativo y con demasiadas fallas”, acusaciones que me resultan paradójicas, pues aunque ninguno de nosotros pueda negarlas con argumentos en la mano, es claro que nuestros médicos (en su gran mayoría) se encuentran muy por encima de aquello que señala la OCDE.
Negar lo dicho por la OCDE resultaría risible en una semana en la cual nos hemos enterado de las muchas maneras en que Javier Duarte se burló (porque eso fue lo que hizo) de la salud de los veracruzanos, burla que si bien tiene un culpable muy claro, también termina por afectar la credibilidad del sector salud en dicha entidad y como consecuencia, la del país entero. Además resultaría ingenuo pensar que este tipo de hechos solo se presentan en el estado de Veracruz, especialmente cuando de forma diaria tenemos quejas de médicos de prácticamente todo el territorio nacional por diferentes motivos.
Por si fuera poco los profesionales de la salud tienen una terrible desventaja con respecto al resto de los oficios, pues son vistos de la misma forma en que un portero es visto durante un partido de futbol. Es decir, del mismo modo en que un portero puede tener un partido excepcional y sacar todo balón que se acerque a su meta, los aficionados siempre terminarán cuestionándolo por el más pequeño error que haya cometido si éste significa la derrota final.
Pese a ello, y dejando todo lo anterior de lado, es necesario dejar en claro que esto no determina a los profesionales de la salud en México. Por principio de cuantas la medicina es probablemente la profesión que demanda un mayor compromiso por parte de quienes la practican, compromiso del cual dan fe no sólo aquellos profesionales de la salud que deben de cumplir con extenuantes jornadas laborales (prácticamente todos) incluso arriesgando su salud, sino también aquellos que deben desplazarse a lugares aislados con tal de llevar servicios médicos a todo aquel que lo necesite, y qué decir de aquellos que exponen su vida en el cumplimiento de su labor en plazas “complicadas” o quienes atentan contra su propio bolsillo con tal de que sus pacientes obtengan el tratamiento necesario.
Es claro que si la percepción del sistema de salud nacional dependiera en su totalidad de los médicos que en él laboran (nuevamente me refiero a la mayoría, porque como en todo también existen los médicos que dañan la imagen del mismo) otra cosa sería; sin embargo, lo que los profesionales de la salud puedan lograr depende en gran medida de que los recursos sean aplicados de la forma correcta, algo que sabemos de sobrada cuenta no sucede en nuestro país, como demuestra el caso expuesto al inicio de estas líneas.
Pero entonces, ¿de qué sirve contar con excelentes médicos si la percepción del sector salud no depende de ellos, ni está sujeta a lo que éstos puedan hacer?
Sirve en cuanto cada uno de los pacientes de estos médicos conoce la verdad, sirve en cuanto a las lágrimas y sonrisas de agradecimiento que recibes cada vez que salvas una vida y sirve en cuanto haces lo que te gusta hacer y eso debería de bastar, pues aún cuando el sistema de salud mexicano sea una paradoja, sólo lo es en tanto existan buenos médicos que brinden un servicio de excelencia que se contraponga al mal manejo de los recursos por parte de la clase política… la cual tristemente, nunca va a cambiar.