Los hábitos poco saludables, donde se incluye grasas saturadas, mala alimentación, sedentarismo y alcohol, llevan a dañar paulatinamente los órganos de nuestro cuerpo. Por eso, en la actualidad existe un número mayor de dolencias que debilitan al hombre, como la “Esteatosis Hepática”, popularmente llamada “Hígado graso no alcohólico”. Que afecta a miles de personas en el mundo, sin apenas saberlo, porque silenciosamente daña las células del hígado y al no recibir un tratamiento temprano vulnera fuertemente la salud.
Las enfermedades hepáticas son un problema de salud pública
El Hígado graso se ha considerado una de las enfermedades crónicas, más comunes en occidente. Y aunque en su etapa temprana no reviste de gravedad cuando evoluciona con indicadores de más del 10% de grasa con respecto al peso del hígado, puede desarrollar diferentes grados de fibrosis hepática, hasta llegar a afecciones degenerativas como la cirrosis o el cáncer. Sobre todo, cuando el individuo presenta factores de riesgo como obesidad con un IMC mayor a 30kg/m² o diabetes. (Acta, 2017)
El hígado, es el responsable de producir proteínas, eliminar sustancias tóxicas y metabolizar las grasas, entre otras funciones. Por tanto, cuando este órgano no funciona correctamente las grasas se acumulan mostrando síntomas visibles como hinchazón abdominal, vasos sanguíneos dilatados, bazo agrandado, palmas rojas o ictericia. Pero, en muchos casos no presenta síntomas asociativos y solo con exámenes médicos y pruebas diagnósticas se delata.
La resistencia a la insulina, la diabetes mellitus tipo II, obesidad, dislipidemia, hipertensión arterial y el consumo exagerado de alcohol, se han considerado como factores de riesgo. Por tanto, es necesario buscar la orientación médica, acompañada de cambios duraderos en el estilo de vida, que impliquen mantener un peso saludable consumiendo alimentos nutritivos que equilibren la flora intestinal.
De igual manera, las recomendaciones de los profesionales de la salud para evitar el hígado graso, lleva a reducir la ingesta de productos refinados, practicar ejercicio regularmente, evitar las sustancias toxicas y el alcohol, además de no automedicarse. Porque de esta manera evitamos el estrés oxidativo, la liberación de proteínas inflamatorias toxicas y la necrosis de las células hepáticas, logrando bienestar y calidad de vida.
Cuando la fibrosis y cicatrización del tejido del hígado no permite el correcto funcionamiento de este órgano, el trasplante es la opción más acertada. En, pero, seguramente un grupo interdisciplinario evaluará el tratamiento a seguir. Puesto que, aunque actualmente no existe la forma de revertir la enfermedad, algunos estudios revelan que perder peso y cambiar rutinas, mejora las condiciones, sin tener que llegar a visitar el quirófano. (ACG, s.f.)
Es una realidad que padecer de Hígado graso vulnera silenciosamente la salud. Sin embargo, implementar pequeños cambios en la cotidianidad puede llegar a hacer la diferencia. Así mismo, los científicos siguen realizando estudios que buscan disminuir la grasa en el hígado y limitar la progresión degenerativa del órgano lanzando medicamentos y planes de acción que incluyen inhibidores de carbohidratos para bajar de peso.
De esta misma forma, existen en el mercado de fármacos nuevas rectas para reducir los lípidos, sensibilizantes a la insulina y medicinas antioxidantes, antipoptoticos y anticitocicos, que muy probablemente el medico de cabecera recomendará, buscando disminuir radicalmente la inflamación del hígado, minimizar la degradación y ayudar a su correcto funcionamiento.