Desde su inicio hace 80 años, ha habido mucha polémica en torno del famoso Servicio Social.
Todo comenzó en 1936 como una romántica, o tal vez una bien intencionada pero mal pensada estrategia política en un México devastado por años de conflicto, con carencias inimaginables y después de una revolución que buscaba la justicia social para las personas más marginadas de nuestro país.
80 años después valdría la pena evaluar el éxito de este experimento social y determinar si en realidad el año de pasante cumple con los objetivos prescritos, tanto para el paciente como para el estudiante. No hay que confundir servir a la comunidad con llenar un vacío de atención médica.
En la Guía Básica para el Médico Pasante en Servicio Social, que se le entrega a los pasantes en el Estado de México, me llamó la atención el apartado intitulado Derechos y Obligaciones de los Pasantes, mismo que a continuación copio tal y como aparece en el sitio web:
“Los pasantes tendrán los siguientes derechos durante la prestación del servicio social:
I. Recibir la beca económica correspondiente por medio de un cheque a nombre del becario. (La información sobre la fecha y lugar para recibir el pago de la beca se dará durante el curso de inducción en la Jurisdicción Sanitaria);
II. Dos períodos vacacionales de diez días hábiles cada uno, los cuales se les otorgarán de acuerdo con el calendario aprobado por las autoridades respectivas en sus lugares de adscripción;
III. Licencia por gravidez, con una duración de 90 días naturales, un mes antes y dos después del parto, sin detrimento del pago de la beca ni del cómputo del tiempo del servicio;
IV. Recibir asistencia médica, quirúrgica, hospitalaria y medicamentos durante la prestación del servicio social por parte de la institución a la cual estén adscritos. Dicha asistencia se hará extensiva a los familiares en línea directa;
V. Cuando sufran algún accidente en el cumplimiento de sus actividades dentro del servicio social, recibirán una cantidad equivalente a la prescrita para la responsabilidad civil por causa contractual de acuerdo con lo que señala el Código Civil, en materia común, y para toda la República en Materia Federal, cuando por accidente resulte una incapacidad total o parcial;
VI. En caso de defunción, los familiares recibirán la cantidad correspondiente al seguro de vida;
VII. Ser tratado en forma atenta y respetuosa por sus superiores, iguales y subalternos, así como ser escuchado por las autoridades respectivas; y
VIII. Recibir uniformes (2 batas, 2 pantalones y un par de zapatos por semestre)”.
Es absurdo que entre sus derechos no se incluyan los de tener una vivienda y alimentos, o un lugar de trabajo con las mínimas herramientas para realizar su labor. Tampoco se les reconoce el derecho de estar en un entorno seguro.
En 1942 mi padre hizo su servicio social en el ejido Francisco Javier Mina cerca de Ciudad Obregón, Sonora.
Aún recuerdo sus historias, donde tanto él como mi mamá sintieron miedo y fueron amenazados. En una ocasión por no poder atender a un caballo, al grado de que mi mamá, estando embarazada, fue rescatada del lugar por mis abuelos y llevada a Ciudad Obregón.
El punto de esta historia es que la inseguridad en el servicio social no es nada nuevo. Para los médicos no son cosas nuevas ni desconocidas la inseguridad y la guerra.
Una encuesta a pasantes realizada en 2015 en nueve estados del país, que se encuentra en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, reportó que, “el 75 por ciento de los médicos que laboran en una zona rural, han padecido algún tipo de violencia física, extorsión, secuestros, amenazas, asalto a mano armada y en algunos casos ha derivado en homicidio”. O sea, que de un poco más de 13 mil pasantes que inician sus labores anualmente, 9 mil 750 han sufrido una agresión.
Según datos de la Secretaría de Salud, hasta 2009 fallecían en promedio dos pasantes anualmente durante el tiempo en que realizaban su Servicio Social y parece que la cifra se han cuadriplicado en los últimos cuatro años. Tal vez lo más trágico es que hay casos de violencia que ni siquiera se reportan.
Estoy segura que la mayoría de las víctimas son mujeres que, por terror a represalias y a estigmas, se quedan calladas.
Me enferma que nuestra profesión esté secuestrada y que nadie haga algo para protegernos. Me enferma que el Servicio Social sea un requisito indispensable para obtener un título. ¿Cómo es posible que en el proceso y por una remuneración ínfima miles de jóvenes arriesguen sus vida sin que las mismas instituciones educativas ni los gobiernos estatales les ofrezcan las más mínimas garantías, pero al mismo tiempo les exijan mucho?
¿En realidad es prudente que cerca del 75 por ciento de los centros de salud de primer nivel sean atendidos por pasantes?
¿El Servicio Social mejora las condiciones de salud de las poblaciones cuando no hay equipamiento o insumos necesarios, ni la experiencia ni el apoyo necesario?
¿En donde está la supervisión y la docencia?
¿Por qué tiene que durar un año? De haber comenzado en un Servicio Social de cinco meses, ahora se deben cumplir 12. Los médicos somos los únicos profesionales a quienes se les exige tanto tiempo.
La respuesta está en tener una fuente laboral interminable que le da personal médico mal pagado a una mayoría de clínicas remotas que difícilmente pueden atraer a un médico de planta.
Tampoco es justo para la población que sirve un pasante. Se pretende que el estudiante que aún no tiene título ni licencia ni experiencia funja como el médico de planta.
Personalmente, y lo recuerdo vívidamente, no sabía qué hacer en diversas situaciones durante el Internado, el Servicio y el primer año de residencia. Recuerdo que me causaba terror el pensar dañar a otro ser humano, y eso que tenía una buena red de apoyo integrada por maestros a quién preguntar. Pero, ¿en quién pueden apoyarse los jóvenes médicos que recién comienzan si generalmente son los únicos responsables y están solos?
Según el Artículo 51 de la Ley Federal del Trabajo: “Son causas de rescisión de la relación de trabajo, sin responsabilidad para el trabajador: VII.- La existencia de un peligro grave…, ya sea por carecer de condiciones higiénicas el establecimiento o porque no se cumplan las medidas preventivas y de seguridad que las leyes establezcan”.
Si leo correctamente, nadie puede obligar a un médico que realiza su Servicio Social a quedarse en un lugar peligroso.
Tal vez deberían pasar una semana en estos lugares los que critican a padres por recoger a sus hijos de situaciones peligrosas o a pasantes por abandonar una plaza. O conversar con las familias de Norma Angélica Ávila Aguilar, María Teresa Adona Ponce, Rocío Basoco, Gonzalo González Martínez, Edgar Francisco Rodríguez Rosales, Julio Arroyo Ocaña, quienes fueron brutalmente asesinados al realizar sus servicios sociales. Y faltan nombres…
El Artículo 19 del Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Prestación de Servicios de Atención Médica señala que : “Corresponde a los responsables a que hace mención el artículo anterior [los establecimientos que presten servicios de atención médica] llevar a cabo las siguientes funciones: II.- Vigilar que dentro de los mismos, se apliquen las medidas de seguridad e higiene para la protección de la salud del personal expuesto por su ocupación”.
Algunas de las soluciones tal vez estén en manos de los propios pasantes, quienes deben exigir una reestructuración del programa de Servicio Social para no ser simplemente asignados a clínicas en donde se espera que además de ser el único médico (que ni siquiera lo son aún), el becario es además el jefe de intendencia, el velador y su propio guardaespaldas.
También pedir que se califiquen, como lo hacen en muchos lugares del mundo, a los lugares asignados como “plazas” con base en su seguridad, equipamiento, desempeño, vivienda adecuada para el pasante, apoyo y oportunidades didácticas. Las plazas que no cumplan con los requisitos se cierran.
La responsabilidad de operar las instalaciones debe de ser de las universidades que mandan ahí a sus estudiantes, las dependencias estatales y del Sector Salud deben proteger al todo el personal.
Un pasante no debe aceptar trabajar en una plaza si no se tiene un claro entendimiento de los problemas que ha habido ahí y si no hay un médico titulado que supervise su trabajo.
Demostrar por qué el servicio social debe ser por un año.
Nada justifica el trabajar en un entorno en donde no se garantice la integridad física del pasante, que por la misma índole de su trabajo es un ser humano con gran sentido de la responsabilidad social y mucho afán de servir a su comunidad. Que sean recíprocos los que los mandan a ponerse en peligro.
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