De acuerdo a la definición de Mayoclinic, la esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune, de etiología desconocida, que destruye la vaina de mielina en los axones del SNC. Clínicamente, se expresa de diferentes formas.
Sin embargo, una característica común es la disfunción neurológica, de aparición repentina como exacerbaciones o brotes, cuyas manifestaciones incluyen fatiga generalizada, parestesias y neuritis óptica.
Usualmente, las manifestaciones clínicas aparecen entre los 20 y 40 años de edad, y su prevalencia es muy alta en los países europeos, ya que se asocia con factores genéticos en las personas caucásicas.
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Esclerosis múltiple en el embarazo
En Ecuador, los pacientes con EM no superan los 5 casos por cada 100,000 habitantes; sin embargo, algo común con los datos epidemiológicos mundiales es que afecta a las mujeres en una proporción de 3-1, respecto a los hombres.
Partiendo del hecho de que la EM afecta a gran cantidad de mujeres en edad fértil, es lógico que la comunidad científica se haya interesado respecto a las repercusiones de la enfermedad durante el embarazo. Las investigaciones toman en cuenta tanto a la madre como el desarrollo del feto.
De hecho, recientemente investigadores del Departamento de Neurociencias de la Universidad de Monash, han publicado un macroestudio en donde se determinó que el embarazo puede retrasar la aparición de la EM en un promedio de 3 años.
El estudio fue publicado en Jama Network. Incluyó la información gineco-obstétrica de 2557 mujeres con EM, entre los años 2016 y 2019. Todas debían estar registradas en el Registro Internacional MSBase, el cual coordina y coteja datos de más de 160 clínicas colaboradoras en 35 países alrededor del mundo.
Los investigadores concluyeron que la media del primer episodio del síndrome de desmielinización clínica aislada son los 31 años de edad, y que en aquellas mujeres que han tenido algún embarazo, aún si el mismo no llegó a término, la aparición de la enfermedad se retrasó en promedio 3.4 años.
Aún cuando se desconocen los mecanismos fisiológicos de este fenómeno, se sabe que el embarazo presenta un estado de tolerancia inmunológica transitoria para el feto, por lo que es posible que durante la gravidez esta ventaja inmunológica se extienda a la madre, por mediación hormonal. Esta hipótesis abre un amplio rango de posibilidades terapéuticas con base hormonal e inmunológica, que no teníamos antes; lo que constituye una esperanza para los pacientes con EM.
Otros hallazgos
Otras investigaciones a lo largo del tiempo, han revelado datos importantes respecto a los efectos de la EM tanto en la madre como en el feto. Gracias a ellas sabemos, que la incidencia de abortos espontáneos y malformaciones fetales no aumenta en las pacientes con EM respecto a la población general. Aunque se observa una predisposición mayor a desarrollar la enfermedad si el niño tiene al menos un paciente que padece EM.
Respecto a los efectos del tratamiento farmacológico en el feto, en la actualidad no existe ningún medicamento que la FDA considere categoría A. Sin embargo, no se han demostrado efectos adversos o teratogénicos por el uso agentes inmunomoduladores como el acetato de glatiramer, natalizumab o el interferón beta.
En cuanto a las complicaciones en el embarazo, son equiparables a la de la población general, la única diferencia significativa es la alta incidencia de partos por cesárea, dado que los naturales suelen ser más lentos y dolorosos. Por lo demás, existe menor riesgo de preeclampsia, eclampsia y ruptura de membranas en las pacientes con EM.
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