El cáncer constituye la segunda causa de muerte a nivel mundial. Según estimaciones de la OMS, cerca del 70% de las defunciones se registran en países de ingresos medios y bajos.
De hecho, durante el año 2019, la mortalidad por cáncer gástrico se ubicó entre las primeras causas de defunciones en Ecuador, representando un 3.1% del total de las muertes según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Está demostrado que, alrededor de un tercio de las muertes por cáncer están asociadas a factores de riesgo conductuales y dietéticos, tales como el sedentarismo, consumo de alcohol, ingesta reducida de fibra, alto índice de masa corporal y tabaquismo. Por ende, la modificación del estilo de vida es fundamental para prevenir los tipos más comunes de cáncer.
Un artículo publicado por la Sociedad Española de Oncología Médica, concluye que el ejercicio diario no sólo ayuda a prevenir la aparición de cáncer, sino que además es capaz de controlar la progresión de la enfermedad y potenciar el efecto de los tratamientos antineoplásicos.
A pesar de que aún se desconoce el mecanismo molecular por el cual se obtienen estos beneficios, se cree que en parte se debe a la estimulación de los linfocitos NK y al efecto antiinflamatorio por la mediación de citocinas específicas.
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Estableciendo una rutina física
El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU recomienda realizar por lo menos 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de ejercicio aeróbico intenso, distribuidos durante la semana para mantener el cuerpo en un estado saludable. Es recomendable combinar varios tipos de ejercicio, para lograr estimular correctamente todos los mecanismos moleculares:
Entrenamiento aeróbico:
Caminar a paso rápido o andar en bicicleta durante 30 minutos 5 días a la semana,es una actividad cardiovascular que reporta excelentes beneficios en los pacientes con cáncer.
Entrenamiento anaeróbico:
También se conocen como ejercicios de resistencia. Estos son muy importantes durante y posterior al tratamiento del cáncer; y pueden consistir en algo tan sencillo como subir y bajar escaleras, hacer algunas flexiones o sentarse y levantarse repetidamente de una silla.
Ejercicio de fuerza:
Es extremadamente importante mantener un adecuado tono muscular, especialmente hacia el extremo final de la vida. Es precisamente en esta etapa cuando existe mayor propensión al cáncer. Por lo tanto, como médicos debemos desmitificar este tipo de entrenamiento y promover sus beneficios.
Ejercicios funcionales:
Los funcionales son cada vez más famosos entre personas de edad avanzada. El motivo es la posibilidad de combinar todos los tipos anteriores, y además ejercicios que aportan flexibilidad, lo cual es importante, no sólo en personas sanas, sino también en aquellas que se encuentran en recuperación.
Recomendaciones
Es fundamental instruir a nuestros pacientes respecto a la importancia de la modificación de los modos y estilos de vida. Esta es una práctica vital en la prevención de enfermedades crónicas como el cáncer, la hipertensión y la diabetes. También es un patrón de conducta que debemos adoptar nosotros mismos para nuestro beneficio.
Si bien toda actividad física intensa debe estar debidamente supervisada por un profesional, es posible instaurar en los pacientes una rutina de caminata diaria durante 30 minutos, que es suficiente para salvar vidas.
Puede resultar útil hablar a los pacientes sobre el beneficio de la actividad física diaria durante la consulta. Si se hace énfasis en la importancia de este tema como tratamiento médico, puede causar un gran impacto.
Sin embargo, lo más aconsejable es recomendar a tus pacientes que soliciten la asesoría de un entrenador profesional. En este caso, van a recibir rutinas de ejercicio personalizadas, que se adapten a sus necesidades.
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