Tradicionalmente se tiene la idea de que la muerte representa el fin de los procesos biológicos de todo ser vivo; sin embargo, un reciente estudio ha encontrado que existen ciertos genes que no se activan sino hasta un par de días después de la muerte.
Durante una investigación realizada en la Universidad de Washington por Peter Noble y Alex Pozhitkov, se descubrió que, contrario a lo que se podría llegar a pensar, luego de la muerte cientos de genes comenzaron a activarse y a enviar mensajes a diferentes células con el fin de que éstas activaran diferentes procesos, como la producción proteínas. Dicho comportamiento fue observado en ratones y peces cebra y los resultados fueron compartidos recientemente en BioRxiv, un servidor de prepublicaciones.
Aunque los niveles de mRNA deberían decrecer con el paso del tiempo tras la muerte de un ser vivo; los científicos pudieron observar picos de actividad del mRNA en 548 genes del pez cebra y 515 genes de los ratones después de morir, lo cual demuestra un exceso importante de energía en los cuerpos de estos animales capaz de reactivar ciertas actividades, y mantenerlas funcionando, un tiempo considerable.
Ahora, tras este descubrimiento, la pregunta gira en torno a las razones de esta reactivación, por lo que Noble y Pzhitkov han generado dos hipótesis:
- El cuerpo utiliza la energía que le resta en intentar sanarse, de manera similar a lo que ocurre cuando la persona aún se encuentra con vida.
- La segunda tiene que ver con la descomposición del ADN luego de la muerte.
De acuerdo con Noble la descomposición del ADN luego de la muerte lleva cierto tiempo debido a la participación de ciertas proteínas, y a medida que se descompone ciertos genes que permanecían en silencio, como aquellos involucrados durante el desarrollo embrional, comienzan a reactivarse, probablemente porque los genes que los mantenían inactivos comienzan a descomponerse.
Los descubrimientos realizados por Noble y Pzhitkov podrían explicar cierto comportamiento de algunos órganos humanos durante una donación y cambiar la forma en que éstos son manejados durante la misma. Un claro ejemplo de ello son los trasplantes de hígado, los cuales cuentan con elevadas posibilidades de desarrollar cáncer, algo que hasta ahora se había asociado con un respuesta del sistema inmune.