La primera regla para actuar correctamente ante un ataque de epilepsia es saber reconocerla. Existen muchos mitos y la gran mayoría de personas piensan que un ataque epiléptico siempre implica convulsiones o echar espuma por la boca y no siempre es así. Se puede presentar, por ejemplo, cuando quien lo padece percibe sensaciones raras, desconecta del entorno y realiza movimientos sutiles con alguna parte del cuerpo.
Lo importante ante un ataque de epilepsia es conservar la calma
Eso sí, a la hora de actuar, lo más importante es conservar la calma. Está claro que son momentos angustiosos y hay que tener en cuenta que la gran mayoría de crisis epilépticas duran entre 2 y 3 minutos. Durante este tiempo, deberás medir la duración de la crisis y acompañar a la persona que la sufre en todo momento y evitar que se lesione, despejando la zona a su alrededor y colocando algo blando sobre su cabeza.
Cuando ya tengas protegida la cabeza, tendrás que evitar la obstrucción de las vías respiratorias. Para ello debes aflojarle la ropa que pueda llevar alrededor del cuello y ponerle en posición de seguridad, tumbado de lado en el suelo. Cuando hayan pasado las convulsiones, si el paciente ha perdido el conocimiento, lo mejor será mantenerse en esa posición y si permanece consciente, le puedes dejar sentado.
Esto es lo que no se debe hacer
Observar detenidamente nos indicará si hay que llamar o no a urgencias. El protocolo de actuación varía en función de la propia crisis o la persona que la ha padecido. Si se trata de una embarazada, se debe llamar nada más terminada la crisis y también si, durante el ataque, la persona ha sufrido un traumatismo importante. Una crisis de más de 5 minutos; la sucesión de crisis repetidas en un corto espacio de tiempo o el hecho de que la persona no se recupere pasado un tiempo prudencial, son otros tres motivos para pedir ayuda por teléfono.
Para finalizar con esta guía de primeros auxilios, hay que saber lo que nunca debemos hacer. Si una persona sufre una crisis epiléptica en tu presencia, nunca debes intentar inmovilizarla, ni abrirle la boca a la fuerza o colocar en ella paños u otros objetos, puesto que podrías obstruir sus vías respiratorias. Tampoco es necesaria la respiración boca a boca, salvo si la persona no vuelve a respirar pasada la crisis. También se debe descartar administrar agua, alimentos o pastillas durante o pasada la crisis.