Actualmente vivimos en un mundo hiperconectado, la innovación tecnológica en el sector de la salud está facilitando el trabajo de los profesionales y haciendo que la atención al paciente sea cada vez más rápida y eficiente. Desde el caso de la aspirina electrónica, los parches para el tratamiento de la diabetes o los nuevos sensores ingeribles, avances que hace tan solo unos años solo era posible ver en una película de ciencia ficción ya están aquí.
Recientemente un grupo de científicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) dieron a conocer que están trabajando en un proyecto para proteger a las moléculas con el mucílago, una sustancia extraída de la chía.
El objetivo de las científicas es que las partículas lleguen al estómago sin ser destruidas por los ácidos estomacales o temperaturas extremas durante su preparación. El proceso que estudian se llama microencapsulación y se trabaja actualmente con enzimas como la glucosa oxidasa, la cual se usa en muchos procesos de la industria de la alimentación, como la panificación.
Las ventajas de utilizar el mucílago es que puede ser extraído de fuentes naturales como las semillas de lino o linaza, las algas marinas, las raíces de malva, el membrillo, el liquen, los nopales y algunos hongos, entre otros vegetales.
Desde hace 13 años, el grupo formado por la investigadora Georgina Calderón Domínguez y la actual cátedra del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), María de la Paz Salgado Cruz, de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB), analizan el mucílago de la semilla de la chía para darle un nuevo uso en el desarrollo de encapsulados.
Como bien sabes cuando una cucharada de chía es mezclada con agua y puesta a reposar durante algunos minutos, se forma un gel sólido; tal reacción se debe a la fibra soluble de la semilla. El gel formado en el estómago se convierte en una barrera física para la digestión enzimática rápida de algunos carbohidratos, impidiendo su transformación en azúcares sencillos y modulando el metabolismo de estos compuestos en beneficio, por ejemplo, de los diabéticos. Por otro lado, la fibra dietética de la chía tiene un efecto favorable durante el transporte del bolo fecal, previniendo así la obesidad y diversas enfermedades del tracto digestivo.
El halo que se forma al poner en agua a la chía, así como la capacidad impresionante de absorción y la alta viscosidad que presenta es lo que nos motivó para seguir estudiándola. A nivel internacional se le ha dado bastante auge y comienzan a desarrollarse más estudios sobre este material.
El objetivo del trabajo es microencapsular la glucosa oxidasa y desatar ciertas reacciones en la elaboración de pan, además de proteger a un compuesto activo de las condiciones externas.
Con esta investigación se pretende que la liberación de la enzima sea gradual. Esperamos poder tenerla encapsulada, probarla in vitro, con variaciones de pH, temperatura, humedad y tiempo de almacenamiento.
Otro aspecto relevante es el método que utilizan para la producción de los encapsulados de chía, el denominado aspersión electrohidrodinámica, que se ha desarrollado en colaboración con el Dr. Eduardo Morales Sánchez del Centro de Investigación en Ciencia Aplicada y Tecnología Avanzada (CICATA), Unidad Querétaro, quien diseñó y construyó el equipo de Aspergado electrodinámico.
A la par, este equipo de científicos ha evaluado la adición del mucílago de un dos por ciento en productos de panificación como fuente de fibra soluble, para disminuir el índice glicémico y se encontró que en el caso del pan pita no provoca el efecto en la magnitud esperada
Así mismo expertos del Centro de Investigación en Biotecnología Aplicada Tlaxcala, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), impulsan una investigación para crear alternativas naturales con amaranto y chía para el tratamiento de la hipertensión, padecimiento que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), causa cada año la muerte a 9 millones 400 mil personas en el mundo, es responsable del 45 por ciento de los ataques de corazón y del 51 por ciento de los derrames cerebrales.
El proceso consiste en modificar el gen que codifica para la proteína amarantina, al que le insertan péptidos bioactivos para potenciar el efecto antihipertensivo.
Según los investigadores el objetivo a mediano plazo es desarrollar un comprimido a partir de los péptidos modificados de amaranto y chía, o bien, usar el gen que mejora la actividad antihipertensiva para modificar algunos vegetales como jitomate o lechuga para que tengan esta actividad, así como adicionar los péptidos a algunos productos alimenticios.