A la hora de afrontar un embarazo, todas las madres tienen una misma preocupación: que todo salga bien y el bebé esté a salvo. Existe preocupación porque alguna de las enfermedades que tienen los progenitores pueda afectar a la salud del bebé. La epilepsia es una de ellas.
Se trata de una enfermedad neurológica crónica con predisposición continua para generar crisis epilépticas. Hay que tener especial cuidado con la epilepsia ya que cuando confluye con el embarazo, debido a las complicaciones que pueden establecerse entre ellos, llega a afectar a la madre y al feto.
El 1% de la población mundial sufre epilepsia
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 1% de la población mundial padece esta patología. Esto significa que más de 50 millones de personas, con una incidencia mayor en países en vías de desarrollo y en la población masculina.
Padecer crisis convulsas durante el embarazo es perjudicial tanto para el feto como para la madre, ya que implican grandes riesgos si no son controladas y pueden empeorar por un aumento de frecuencia o intensidad durante esa etapa y tras el parto. Aproximadamente, 1/3 de las mujeres que sufren esta patología experimentan un aumento del número de crisis durante el embarazo. Este hecho puede llevar a inducir el parto, conllevando un mayor riesgo de cesárea.
Durante el embarazo, algunas de las consecuencias que pueden derivar de sufrir convulsiones son las siguientes:
- Menor oxigenación del feto.
- Disminución de la frecuencia cardíaca fetal.
- Lesión fetal, separación prematura de la placenta de útero o aborto espontáneo por traumatismo.
- Parto prematuro.
Se puede controlar con medicamentos
La epilepsia es una enfermedad que se puede controlar con medicamentos y es importante saber cómo pueden afectar estos al embarazo. Por un lado, hay algunos usados para tratar convulsiones que pueden contribuir a la infertilidad. Sin embargo, otros también pueden reducir la efectividad de los métodos anticonceptivos hormonales que se estén administrando.
Además, durante el embarazo, el consumo de estos medicamentos puede causar efectos secundarios en el bebé como pueden ser el paladar hendido, los defectos del tubo neural, anomalías esqueléticas y defectos cardíacos y de las vías urinarias congénitas. Estos efectos secundarios tendrán un riesgo mayor de padecerse cuanta más alta sea la dosis y si se toma más de un medicamento anticonvulsivo a la vez.
Es altamente recomendable tomar los medicamentos con la dosis exacta redactada y no reajustar por cuenta propia la misma. Las convulsiones no controladas plantean un mayor riesgo para el bebé que cualquier medicamento. Además de seguir la dosis marcada por el médico, es importante seguir un estilo de vida saludable, controlando la dieta, tomando vitaminas prenatales, durmiendo lo suficientes y evitando consumir tabaco y alcohol.
Los bebés que tienen madres con esta enfermedad no tienen por qué heredarla pero sí es cierto que tienen un riesgo mayor a desarrollar convulsiones a medida que crecen.