El Alzheimer también denominado demencia senil de tipo Alzheimer, es la causa más frecuente de demencia entre las personas mayores de 65 años y, probablemente, la patología cerebral más estudiada desde el punto de vista químico y genético.
Su diagnostico es muy difícil, ya que su comienzo es lento, casi imperceptible, y con frecuencia es confundido con otras enfermedades. Afecta el cerebro y “borra” el conocimiento adquirido a través de los años. Los principales síntomas de quienes padecen este mal son: pérdida de la memoria, desorientación en el tiempo, lugar y persona, extravío de objetos o colocación de estos en lugares equivocados, repetición continua de lo que dice, cambios de personalidad, desconocimiento de familiares o lugares; las personas que sufren esta enfermedad se tornan agresivos o pasivos.
Con el progreso de la enfermedad, se manifiestan dificultades en el habla y movimientos e incapacidad para realizar actividades de la vida diaria, como la habilidad para comer, el aseo personal y se presenta pérdida en el control de las necesidades fisiológicas.
El paciente muestra también síntomas no cognitivos, denominados síntomas neuropsiquiátricos, que son trastornos de la conducta y las emociones, tales como depresión y euforia, ansiedad, alucinaciones ocasionales, cambios en el ciclo de sueño y vigilia, deseos de comer frecuentemente o inapetencia absoluta, desinhibición y dificultades motoras.
Una vez dictaminado el diagnóstico de Alzheimer, la expectativa promedio de vida de los pacientes es de 7 a 10 años aproximadamente.
Los pacientes diagnosticados con Alzheimer, deberán estar siempre bajo vigilancia médica por especialistas en la materia, con la finalidad de que los trastornos puedan ser controlados y el cuidador primario y la familia puedan realizar sus labores cotidianas dentro del hogar sin que el paciente represente una carga o peligro.
En vista de que las instituciones de seguridad social no proporcionan lugares especiales para los pacientes con Alzheimer, ni brinda fisioterapia, ejercicios aeróbicos ni otras alternativas de tratamiento no farmacológico que se debe ofrecer a estos enfermos, así como tampoco se da información a los familiares acerca de su pertinencia al estar el paciente recluido en casa. Lo que termina ocasionando que los pacientes sin recursos se conviertan en una carga para la familia y la sociedad.
Además, es indispensable contar con personal multidisciplinario y altamente cualificado, significando un alto costo para las instituciones del sector salud; lo que, sin duda, representaría un mayor control sobre los pacientes, permitiendo también, una preparación para afrontar el problema en los años venideros, toda vez que la tendencia, sobre todo en países en vías de desarrollo como Colombia, es el incremento en el número de casos.
Esta enfermedad no respeta condición social, es crónica y degenerativa, desgastante para la familia y mucho más para el cuidador primario, a quien, en nuestro medio, tampoco se le presta la atención o se da seguimiento a pesar de que es el mayor soporte para el enfermo.
De ahí la importancia de concientizar a la población acerca de la enfermedad y de los costos que implica tratarla, con la finalidad de disminuir los trastornos ocasionados por ella en el propio enfermo y en los demás miembros de la familia quienes resisten el agotamiento económico y emocional.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- La enfermedad de Alzheimer y su costo familiar y social – Volumen XXIV – Número 2 – Revista: La ciencia y el hombre – Universidad Veracruzana [Internet]. Www.uv.mx. [citado el 30 de octubre de 2021]. Disponible en: https://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol24num2/articulos/alzheimer/