Edgar Grageda Flores es médico cirujano y partero de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Su especialidad como cirujano general la realizó en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado de Puebla (ISSSTEP). Asimismo, la atención de su consultorio está certificada por el Consejo Mexicano de Cirugía General. Además es profesor en la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) y el Hospital Universitario de Puebla.
Así como otros expertos del área, el procedimiento de urgencia más común en su consultorio es la apendicectomía. En cuanto a operaciones programadas, la más solicitada es la colecistectomía laparoscópica. Debido a la delicadeza de su especialidad, Grafeda Flores afirma en entrevista con Saludiario que hay varias barreras a superar. Pero la más importante para él es la comunicación.
Yo creo que el reto más importante es darle a entender a las personas lo que están viviendo en ese momento. El pronóstico que tiene, qué puede hacer mi consultorio por ellas. Y qué sería de ellas o qué consecuencias se podrían desencadenar si se posterga la cirugía. Esto es muy difícil, porque muchas veces llegan con un diagnóstico dado por otro colega, la televisión o el internet. Y entonces es complejo quitarles estas ideas y hacerles ver cómo debe resolverse su situación.
Capacitación continua, la clave del consultorio
Grageda Flores remarca que el valor agregado de su consultorio puede apreciarse en 2 aspectos. Primero, apunta que la cirugía general es una especialidad en constante evolución. Por esta razón, frecuentemente se somete a talleres, cursos y diplomados para mantenerse actualizado. En segundo lugar, afirma que busca generar una sensación de confianza a todas las personas.
Deseo que haya una muy buena relación médico-paciente. Las personas no deberían ver a su doctor como un verdugo. Literalmente buscamos incitarlos a hablar en el consultorio. Que tengan la motivación de compartir lo que les pasa en ese momento. Lograr una sensación total de apoyo de nuestra parte. Y después, llegar a un diagnóstico que nos permita mejorar su calidad de vida.
En ese sentido, el cirujano procura ser siempre honesto con sus pacientes. Apunta que nunca se les va a mentir o darle la vuelta a las personas. Dice que, incluso cuando el pronóstico no es positivo, habla claro y sin rodeos. De esta forma, pretende que la gente lo vea como un amigo. Como una persona que, en ese momento, vela por su bienestar físico y mental.