La palabra “competencia” se define como el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que, interralacionados entre sí, permiten tener un desempeño profesional eficiente con un juicio crítico, ético y reflexivo en la práctica diaria en beneficio de los individuos y la sociedad.
Por otra parte, los verbos “competir” y “competer” se encuentran implicados en la formación del personal médico y a las personas de formas diversas; así, mientras que con el primer verbo se pone al sujeto frente al otro para concursar, polemizar y ganarse un lugar en el mundo; con el segundo se le sitúa frente a la responsabilidad con el otro y lo preestablecido, ante lo cual debe de adaptarse, como un sujeto responsable.
Puede decirse, incluso, que el sentido semántico del verbo “competir” podría sustentarse en Nietzsche, cuando afirma que cada quien ha de ganarse un lugar en el mundo, pues éste no le ha sido otorgado de antemano; así, el sujeto no sólo ha de conquistar su sitio, sino también habrá de defenderlo de quienes quieren arrebatárselo.
Mientras tanto, el sentido semántico del verbo “competer”, lo podemos ubicar más cerca del pensamiento de Emmanuel Levitas, quien afirma que la postura del “Yo” frente al otro representa compromiso, por lo cual, el sujeto “no puede sustraerse a la responsabilidad con el otro”.
Con el “competir” estaremos en presencia de la lidia y la controversia entre dos adversarios; en una especie de polemos agónico que “impulsa al sujeto a luchar contra el adversario (con frecuencia ficticio) que da la impresión de tomar forma de demonio al que hay que derrotar a toda costa, pero a menudo se trata de demonios internos a los que intenta lidiar el sujeto y nos los puede vencer”. Es decir, seremos competidores-actores o espectadores pasivos de la lucha y el combate por el logro de la victoria.
En tanto, con el “competer” nos encontraremos frente a la atribución y la toma de decisiones. Ahí donde el sujeto, el médico se hace responsable de sus actos y asume dicha responsabilidad porque le compete. Así, en la competencia entre los adversarios, al final de cuentas, nos encontramos con que sólo a uno de los protagonistas le corresponde la victoria; pero también aquí puede tener lugar la hospitalidad y la generosidad para con el otro.
Respecto de la conceptualización de competitividad y competencia, el Dr. Alanis Huerta señala puntualmente pasar por distintos discursos y matices; desde quienes la confunden con una competición (como si se tratara de carreras de velocidad y de fondo), hasta quienes las consideran como los grandes demonios de la individualización y el egocentrismo; o bien, los que ven en la ignorancia e incertidumbre del otro, respecto del concepto y su traducción en la política pública, el recurso y la oportunidad de manipulación; manteniéndolo cautivo del miedo y del odio.
La competitividad es un estado del sistema, del producto o del proceso en el que se está listo para competir con el otro en calidad, costo, programación y beneficio; pero además, porque entrega productos valorados por la sociedad como buenos y con costos razonables. Tal es el caso de la educación y la formación profesional que es valorada por su nivel de calidad y aceptación en la sociedad en general y en el ámbito laboral en particular; lo cual se traduce en un mejor nivel de vida para los ciudadanos, reduciendo los niveles de malestar y aumentando los satisfactores económicos, culturales y lúdicos.
Así, nos encontramos con ciertas características que determinan las posibilidades de éxito por competencia clínica del médico en formación, con el propósito de brindar una buena atención médica a los pacientes y éstos puedan a su vez tener un impacto positivo en el médico residente, entre los cuales se encuentran la creación de oportunidades de aprendizaje activo diseñados en las experiencias de los propios residentes y que permitan la práctica de nuevas habilidades técnicas, el diseño de un sistema de retroalimentación, la promoción de la autoevaluación y el establecimiento de metas, la forma de abordar la teoría en escenarios reales, que el contenido sea relevante para las necesidades de los médicos residentes, la consideración de la formación en grupos pequeños de discusión, que se permita el aprendizaje activo y el favorecimiento de las relaciones entre profesores y alumnos, la existencia de tiempo para discutir problemas de confianza y de posible conflicto con el objetivo de lograr una estandarización de la enseñanza y el establecimiento de estrategias de evaluación de eficiencia.
Por otra parte, el proceso de enseñanza-aprendizaje de las competencias clínicas nos permite lograr un aprendizaje auténtico centrado en el alumno y basado en la solución de los problemas reales de los pacientes.
Hay que decir que la competencia también es el cúmulo de cualidades profesionales y personales que poseen los sujetos para resolver los problemas del mundo laboral; tanto en los sistemas y organizaciones que producen servicios y bienes de consumo; de hecho, la competencia puede ser vista como el potencial de que disponen los sujetos o los sistemas para realizar satisfactoriamente un conjunto de tareas tendientes a la solución óptima y suficiente del problema o tarea.
La competencia toma forma y sentido de manera diferenciada en cada profesional y se expresa como comportamiento individual de los sujetos en los contextos laborales y socioculturales; se trata en efecto de evidencias y demostraciones del saber, del saber hacer y del saber actuar.
Así que para ser una persona o un profesional competente en alguna tarea, primero se ha de ser capaz de resolver las interrogantes y exigencias de las etapas de un proceso; sin perder de vista que la solución competente de un problema se asocia con el uso adecuado y suficiente del tiempo, la forma de llevarla a cabo y el seguimiento puntual apegado a una medicina basada en evidencias.
Un profesional competente, en lo profesional, también ha de saber convivir con sus colegas; respetando al otro, pero construyendo al mismo tiempo su propia autonomía, con sus convicciones, compromisos y proyectos. Por lo que, además de ser competente en lo profesional, en el ejercicio del oficio, se ha de ser competente en el ámbito de las relaciones socioculturales de la vida cotidiana.
De esta manera, el paciente: es el juez final de la calidad, dando la impresión de otorgarle al médico y/o profesional sanitaria una posición correspondiente, donde todos los esfuerzos obtenidos ya sea en el pregrado, posgrado y en la práctica médica se reducen a tres palabras: satisfacción del paciente, con los múltiples aspectos que conducen a la satisfacción del mismo.