Si bien se sabe que los problemas del sobrepeso y la obesidad son multifactoriales, la perspectiva antropológica deja ver que va mucho más allá. No se trata solo de genética, metabolismo, calorías consumidas o calorías quemadas. No se trata tampoco sólo de problemas emocionales o estrés. Tampoco se trata sólo de problemas de información, etiquetado o publicidad… a partir de los hallazgos de la investigación realizada por Bitácora Social se puede concluir que la obesidad no es un problema para los mexicanos y, de serlo, ocupa un lugar poco relevante que sólo toma dimensión cuando modifica la vida cotidiana de la familia. Por esta razón, hablar de un “problema” o una “enfermedad” es asumir que esos mexicanos se van a dar por aludidos cuando no necesariamente es así. El estudio dejó ver 4 grandes ejes de hallazgos que pueden abonar al entendimiento del fenómeno desde lo social:
1. Polivalencia: para el mexicano, el valor funcional de la comida (desde cuánto nutre hasta cuántas calorías tiene) es lo menos relevante a la hora de decidir qué comer. Incluso se observa cierta polivalencia en los criterios de decisión, es decir, un mismo platillo puede tener un valor y estar justificado con un argumento un día y el fin de semana adquirir una explicación y un valor totalmente diferente.
2. Individuo-sociedad: se ha enfrentado al problema como un padecimiento que “sufre” un individuo. Sin embargo, ese individuo está estableciendo criterios de decisión sobre qué comer a partir de lo que ha aprendido en familia. Al parecer “se engorda” en colectivo, pero se adelgaza en solitario.
3. Información: parecería que la obesidad es un problema de desinformación y que los individuos no están tomando “buenas” decisiones con respecto a sus hábitos porque no tienen las herramientas para hacerlo. Pero no es así, los individuos generan sus decisiones a partir de un catálogo de códigos que han aprendido a lo largo de su vida, sobre todo a través de la familia. Por lo que, desde su percepción, siempre toman la mejor decisión posible.
4. Control: Finalmente, el cuarto eje tiene que ver con una falsa sensación de control sobre la comida. Parecería que cualquier persona puede decidir en qué momento dejar de comer de la manera en que lo hace. Esto tiene una consecuencia en lo simbólico y cotidiano: en la medida que esa persona considera que tiene control sobre este tipo de decisiones no aceptará la dimensión del problema. Sumado a esto, una expresión clara de este control se muestra cuando el mexicano considera que la obesidad o el sobrepeso es algo que se generó en el pasado y que tiene solución en el futuro.
Los mexicanos tienen una definición particular sobre su salud, la cual se liga a la capacidad de hacer o no sus actividades cotidianas y no depende de lo que digan los doctores, recetas o medicamentos. Se está enfermo hasta que ya no puede desempeñar sus tareas cotidianas (laborales o familiares). Por ello, la obesidad es sólo un factor indirecto de otros padecimientos y, por lo tanto, no es enfermedad en sí misma. Cuando una persona tiene diabetes o hipertensión (por obesidad) no es considerada como alguien obeso, sino como alguien que tiene diabetes o hipertensión.
Parecería entonces que aquellos que tienen un problema de sobrepeso o de obesidad simplemente no están tomando las decisiones correctas. Sin embargo, lo que reveló la investigación es que las personas consideran que su decisión es la mejor entre las posibles, es decir, de todas las opciones que había para elegir la que tomaron fue la mejor (o la menos mala). Pero no hay que confundirse; esta “mejor” decisión no está fundamentada únicamente en criterios funcionales. La decisión “mejor” o “buena” puede estar basada en criterios y códigos simbólicos (reconocimiento, bienestar, estatus, entre otros) más que si es sana o baja en calorías. En pocas palabras, el combate a un problema como el del sobrepeso y la obesidad no puede quedarse solo en la esfera funcional de la alimentación y la actividad física. La comida, y lo que los mexicanos comemos vive más en una esfera de símbolos y bienestar de lo que podría pensarse.
Para concluir, el problema de la obesidad se explica como un modo de acercarse a la comida desde una perspectiva completamente emocional y simbólica en búsqueda de un bienestar distinto a lo biológico y más cercano a lo emocional (tendencias, estética, imagen personal). La comida abarca más que sus nutrientes, sus calorías o sus grasas. Se trata de un elemento de socialización que cuando se comparte con alguien más; es un factor determinante del bienestar de una familia convirtiéndose en un reconocimiento emocional y simbólico del esfuerzo diario tanto de los individuos como de las familias. La comida termina convirtiéndose para el mexicano en ese último lugar donde puede decidir y reconocerse.
Mientras los mensajes o acciones (de instituciones, marcas y organizaciones) se sigan centrando en hablar en torno al valor funcional de la comida —y no su valor simbólico— además de centrarse solo en individuos y no a nivel familiar, no se estará atacando realmente al problema.